Donald Trump: la encarnación de la traición

 

Principios como la democracia, la promoción de los derechos humanos, el liberalismo político, la no discriminación, la tolerancia y el respeto a la disidencia


Para desconcierto tanto de sus detractores como de sus simpatizantes, Donald Trump volvió a traicionar los principios que, a lo largo de dos siglos, han sido los pilares de la nación de la que es presidente. Principios como la democracia, la promoción de los derechos humanos, el liberalismo político, la no discriminación, la tolerancia y el respeto a la disidencia.

En su último periplo europeo, el controvertido mandatario estadounidense tensó aún más las relaciones con varios países de Europa occidental durante la cumbre de la OTAN, particularmente con la Alemania de Angela Merkel y con el Reino Unido de Theresa May, a quienes criticó, en el primer caso, por la política migratoria, y en el segundo por la manera de gestionar el Brexit, y suavizó su relación con la Rusia de Vladimir Putin. Lo que resulta chocante de todo ello es que tanto Alemania como el Reino Unido comparten, desde hace al menos medio siglo, esos valores fundamentales con Estados Unidos; mientras que para Rusia todos esos valores tienen, en el mejor de los casos, un carácter decorativo. A Trump este hecho parece no importarle en lo más mínimo.

Es evidente que desde el punto de vista estructural, los aliados naturales de la Unión Americana son los países de Europa occidental, con los que Trump se pelea cada que puede. La razón de lo anterior es que como resulta igualmente evidente, desde el punto de vista estructural, – esencial pues– los aliados naturales de Donald Trump como persona no son como podría esperarse los líderes de los países democráticos sino los líderes de las autocracias en el mundo. Por eso se lleva tan bien con Vladimir Putin y a últimas fechas con Kim Jung Un, con Xi Jinping y con Recep Tayip Erdogan y es que siendo el presidente de la democracia más poderosa del planeta, Trump no es un demócrata sino que por el contrario, transpira autocracia y, si no la ejerce, es porque los contrapesos del sólido sistema político estadounidense, al menos hasta este momento, se lo han impedido. Es pues en la naturaleza autoritaria de Donald Trump donde se pueden encontrar explicaciones del rumbo que en materia de política exterior Washington ha tomado en los últimos tiempos.