Educación: viene nuevo plan

 

“Fácil manera de evadir las responsabilidades en materia educativa”


En varias ocasiones ha sido contratado para impartir talleres de lectura y redacción, o bien de narración y creación literaria, entre otros. Andar de pata de perro es su fuerte y ahí lo vemos la noche anterior al viaje, preparando la maleta, incluyendo en ella los libros y manuales que empleará en los cursos, lo mismo en las entidades del norte que en los estados sureños del país.

Si viajar es conocer otros mundos, él se apunta de inmediato. El trato con los jóvenes que se capacitan para preparar a los alumnos en las escuelas primarias del país es, por lo general, gratificante. Aunque al llegar al plantel asignado comprueba una vez más lo obvio: como la inscripción a los talleres es de libre elección, el suyo –si bien le va– contará con el mínimo de alumnos necesario para ser impartido.

Llegan los muchachos con su algarabía, madrugadores, impetuosos, un tanto relajientos; acomodan sillas y pupitres a su gusto y medio se ponen retobones cuando se les pide que hagan un círculo: el tícher-instructor será una persona más entre ellos. En círculo todos están a la vista y evita que alguien se sienta relegado en una fila trasera, o se automargine, que es lo más común, para que la semana de capacitación transcurra como un descansito contra la rutina que permea a los estudios de licenciatura en educación primaria.

Un primer ejercicio de lectura y redacción: que cada uno se presente, por escrito, anotando nombre, lugar de procedencia y las razones por las que abrazó la carrera magisterial. Que mencionen los tres libros de reciente lectura y que hagan una breve descripción del lugar donde nacieron y se han desarrollado. Al concluir, cada uno compartirá su texto leyéndolo para todo el grupo.

¡Horror al crimen! El tiempo transcurre más lento fuera de la gran ciudad. Para escribir hay que concentrarse, recordar que quien piensa claro, escribe claro. Lograr que las neuronas se reactiven y convoquen a la memoria. Organizar las ideas, trazarse un mapa mental, lograr la eficaz transferencia de conocimientos…

—¡Ay!, ¿cómo le hago?, profe.

En reciente declaración del futuro secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán, dijo “que una vez que el tabasqueño sea presidente electo, comenzará la convocatoria para consultar a maestros y padres de familia para la elaboración de un nuevo plan que derogará la reforma educativa”.

Una contrarreforma para realizar una consulta que legitime una nueva reforma consultada, para repartir aciertos y errores entre los gobernados: ustedes así lo quisieron; el gobierno escuchó y plasmó sus peticiones.

Fácil manera de evadir el bulto de las responsabilidades que en materia educativa arrastramos desde décadas atrás.

Los normalistas enfrentan el reto de la hoja en blanco. Miran hacia el techo del aula, pierden la mirada en el infinito, más allá de las ventanas. Muerden la goma del lápiz. Lo arrastran sobre la superficie de papel. Difícil reto ese de pensar, muy distinto al ya mecánico acto de cortar y pegar desde la pantalla de la computadora.

El plazo de entrega se cumple y los normalistas van pasando sus manuscritos. Nada fuera de lo común, nada que no exista en otras aulas del país, excepto que a éstas concurren quienes tendrán frente a sí a quienes ingresaron a la educación primaria para iniciar sus estudios, que quizá concluyan con la licenciatura.

Que alce la mano quien desee leer su texto. Silencio absoluto, pesado. Nadie quiere ser el primero en exponerse a la “crítica constructiva”. Habrá qué darles ánimo, decirles que deseas escuchar su bella voz, que seguramente nos sorprenderán con sus motivos para ser educadores, que contribuirán más al conocimiento de sus respectivos pueblos al narrarnos sus bellezas naturales y arquitectónicas, que…

El tícher se siente en el absoluto desamparo: nadie parece estar aquí, la lejanía de sus miradas, piensan, los invisibiliza. Sólo queda del recurso del centralismo democrático: yo elijo, ustedes participan.

–A ver Lizeth, de Chihuahua: levantaste la mano, te escuchamos.

–¡No levanté la mano, profe! –Qué importa: se impone tu deseo de leer, te escuchamos.

Ruborizada, Lizeth se pone en pie e inicia la lectura. Sesenta pares de ojos la miran, agradecen no ser ellos el centro de las miradas. No pasa nada, conforme la lectura avanza, todos nos relajamos. Sus errores son como los nuestros. También sus aciertos.

Al concluir, le brindamos un aplauso y Lizeth sonríe, relajada.

Venció a su timidez, derrotó al miedo al ridículo. Nadie se burló. Sus compañeros contribuyen a señalarle cómo ampliar el texto, dónde decayó, en qué parte logró atrapar al público. Y al igual que quienes le sucedieron en la lectura, se llevó recomendaciones de libros para mejorar su ortografía, asunto no menor, y su redacción. Asuntos básicos que deberán abordarse en la consulta popular para la auténtica reforma educativa, que abogue más por el conocimiento y menos por la defensa de privilegios sindicales que mucho han contribuido al estado actual de la educación en México.