Ejército bajo escrutinio

 

Más de 2 mil elementos serán regresados a las secretarías de la Defensa y de Marina


En los años 70 del siglo pasado, si alguien se atrevía a enjuiciar las acciones del Ejército, podría ser encarcelado, desaparecido o liquidado. Lo segundo justamente le ocurrió al profesor y exmilitar Ramiro Bautista Rosas, quien en diciembre de 1978 fue llevado a una prisión clandestina después de que desmenuzó estructura y conformación del instituto armado, criticando el desplazamiento de los generales “revolucionarios” por otros pertenecientes a los Diplomados de Estado Mayor (DEM), en tiempos de Luis Echeverría presidente.

De entonces a la fecha los DEM y el mismísimo Estado Mayor Presidencial se instalaron en un poder intocable, dueño de un aparato de inteligencia endógeno, para su uso personal y como arma de poder político. Como “un ejército dentro del ejército” lo describe un reportaje de Jorge Carrasco en la revista Proceso. El EMP, “un cuerpo militar que se mandaba solo y que también ha estado al servicio de la represión, como en la matanza estudiantil del 2 de octubre de 1968”.

Sospechoso también de haber descuidado la vigilancia del candidato presidencial priista Luis Donaldo Colosio, asesinado en marzo de 1994 en Lomas Taurinas, Tijuana, sus más de 2 mil elementos serán regresados a las secretarías de la Defensa y de Marina, como parte de los ahorros –al menos esa es la justificación– en el próximo gobierno, según la decisión multianunciada por el ganador de la Presidencia, Andrés Manuel López Obrador.

El 16 de diciembre de 1978 publiqué en la misma revista una sinopsis de la tesis que el académico Ramiro Bautista, por entonces secretario de la UAM Azcapotzalco, publicó bajo el título “El Ejército en el México actual / Misión y perspectivas”, en la que sostenía, al igual que en entrevista personal, que “El Ejército en su conjunto, a través de una serie de medidas combinadas, como fueron el haberlo puesto en pie de guerra, sacándolo del PRM (Partido de la Revolución Mexicana) y sometiéndolo a la despolitización; imponerle, por motivos de la segunda guerra mundial, una exagerada penalización a los delitos militares; corromperlo por la vía de ascensos escandalosos; ocuparlo en misiones ilegales; utilizarlo como policía; cambiarle el tipo de educación militar hasta colocarlo en 1968 como el sostén incondicional, irracional del sistema, acatando las bárbaras órdenes de masacrar al pueblo inerme, fue cada vez más alejado de las masas populares”, en contraste con lo que ocurría en el cardenismo, cuando ocupó un lugar “al lado de los obreros y campesinos en la lucha de clases”.

Los militares gananciosos en el sexenio echeverrista, cuando en cinco años pasaron a retiro 354 generales “revolucionarios” (herederos y sucesores de aquéllos del movimiento de 1910), fueron los DEM, encabezados por el jefe del Estado Mayor Presidencial, Jesús Castañeda Gutiérrez, uno de los que dirigió en 1968 a francotiradores del gobierno contra la multitud y el Ejército que llegaba a la plaza de Tlatelolco.

Esa estirpe de militares es la que desaparecerá como encargada de dar protección al Presidente de la República, a sus familiares, a otros altos funcionarios, a visitantes extranjeros y a expresidentes de México.

Por los caminos del poder es como se han colado los militares hacia la toma de gobiernos en otros países, sostenía Bautista. México no tiene subversión interna, pero incorporó al Ejército y lo entrenó en tácticas contrainsurgentes impuestas por Estados Unidos, desde 1961, en la Escuela de las Américas.