El arte de dividir

 

Una izquierda dividida representará un blanco fácil de vencer


Nadie puede negar que dentro del espectro político de nuestro país la izquierda ha jugado un papel fundamental en el avance de la democracia.

En la década de los años 90 el Partido de la Revolución Democrática surge como una verdadera oposición y provoca un replanteamiento en el juego por el poder. La correlación de fuerzas se modifica.

A partir de entonces se rompe el esquema de partido único e inicia una época en la que la negociación política necesita por lo menos del consenso de dos fuerzas políticas.

La posición contestataria como un real partido de oposición fue muy criticada y tuvo efectos políticos adversos.

Llegó a conocerse como el partido del no. De la oposición por la oposición. Pero también se distinguió desde sus orígenes como el resultado de una serie de grupos de la más diversa índole.

Un partido de pequeños partidos o de tribus. Muchos contradictorios entre sí. Un partido que nace dividido y que, en la coyuntura, morirá dividido.

Y en esa encrucijada quien obtiene mayores dividendos son los partidos mayoritarios y la clase gobernante. Son ellos los más interesados de que exista una ruptura total.

No del PRD, sino de aquellos que encuentran una opción política en la izquierda. Una izquierda dividida representará un blanco fácil de vencer, particularmente en un escenario en el que todas las variables son adversas.

De allí la intromisión en la vida interna de los asuntos que sólo competen a dicha fuerza partidista. El interés de profundizar en la escisión interna y de lograr que el encono sea suficiente para evitar una alianza futura de las izquierdas.

En la guerra por la sucesión presidencial y a la luz del desencanto y la incapacidad para convencer es menester apostar a dividir para vencer.

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