El Chilorio Power

Conformado por jóvenes sinaloenses ubicados en importantes jefaturas federales de prensa
Carlos Ferreyra Carrasco Publicado el
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Durante el mando de Heriberto Galindo Quiñones, nació el activísimo grupo denominado Chilorio Power, conformado por jóvenes sinaloenses ubicados en importantes jefaturas federales de prensa.

El nombre se atribuye a Armando Rojas Arévalo que en su columna “Diario de un politólogo” comenzó a identificarlos así, para mostrarlos como una “mafiesilla” con creciente poder en el medio político nacional.

Bueno, Heriberto alcanzó todas sus metas, salvo la gubernatura de su natal Sinaloa, pero fue director del Instituto de la Juventud, embajador en Cuba, diputado y muchas cosas más.

Dentro del Partido Revolucionario Institucional, lo tenían como hombre sabio de gran control de medios. Fantasía pura a la que contribuían sus socios, paniaguados o cómplices, los más destacados, Pascual Cervantes, Héctor Morales y Héctor Lie.

Hasta lo que recuerdo, este ha sido el grupo que intentó copar la afluencia de información del gobierno hacia los medios nacionales, principalmente.Como equipo era único, aunque hubo quien unió a los reporteros acreditados en determinada fuente. Amado Treviño, un tamaulipeco especialmente dotado para pervertir reporteros, aglutinó a la fuente capitalina en torno al regente Carlos Hank Gonzalez, al que orquestaron una campaña que se resumía así: el 82 para el 82.

El articulo 82 reservaba la candidatura presidencial para ciudadanos mexicanos nacidos en México, hijos de padre y madre mexicanos nacidos en México. El exitoso y próspero empresario, autor de la frase un político pobre es un pobre político, hijo de teutón, no cumplía el requisito. Y los comicios eran para el 82, que por cierto ganó Miguel de la Madrid.

El mote endilgado por Rojas Arévalo al grupo sinaloense, duró muchos años y era garantía de control en secretarías de Estado de mediana importancia, pero que en número contaban a la hora de las decisiones. Uno de ellos, Héctor Lie, llegó al Senado donde hizo lo posible, pero ante un jefe, Miguel González Avelar, más preocupado por los palíndromos que por las leyes y reglamentos a cargo de la legislatura.

Como equipo de trabajo, o grupo de jefes de prensa “amafiados”, no hubo ninguno que se le opusiera. Es más, los integrantes de esta cuadrilla no eran periodistas y, si alguna vez lo fueron, se trató de un paso efímero y sin destacar.

En las otras fuentes de información, los reporteros intentaron conformar élites informativas. Así era en Hacienda, así se consideraban los adscritos a la Cancillería, y no se diga de los acreditados en Presidencia.

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