El otro estúpido

 

Esos periodistas acostumbrados al martirio ahora hicieron un escándalo


Salir a decir que el gobierno mexicano espía a los periodistas es una brutal estupidez. Y no es que quienes editan el New York Times sean estúpidos, porque al fin y al cabo la costumbre es que por lo regular siempre hacen periodismo sensacionalista y tendencioso. Pero hay otros que quizá lo sean más, porque se creyeron a pie juntillas aquello de que los están espiando como si fueran objetivos de seguridad nacional como los grandes capos de la droga o del crimen organizado.

Esos periodistas acostumbrados al martirio ahora hicieron un escándalo a causa de la constante intromisión del Estado mexicano en sus vidas a través de un software que todo lo hace, que todo lo sabe y que todo lo indaga. Curiosamente, quienes salieron a señalar la constante vigilancia por parte de los servicios de inteligencia son esos mismos que por costumbre o tradición lo antagonizan: Carmen Aristegui, Emilio Álvarez de Icaza, principal operador del Centro Pro de Derechos Humanos, y las reminiscencias de la Teología de la Liberación.

Ni que decir de Vidulfo Rosales y Felipe de la Cruz, testaferros del “negocio” denominado Tlachinollan, organización dedicada a mantener el vínculo de la siembra de amapola entre los indígenas y los “gomeros” en la zona de La Montaña, a quienes por cierto les pagan una miseria.

La realidad muestra que lo que ahora se afirma tiene mucho de fantasioso y proviene de quienes practican el deporte de cargarle culpas al Gobierno Federal, algo en lo que se han especializado la señora Carmen Aristegui y seguidores.

Es más, hasta el informante Edward Snowden señaló que el espionaje a los activistas y periodistas es un “crimen contra el público”. “No importa si es una sorpresa, o si nos advirtieron. Lo que importa es que se trata de un crimen contra el público”, dijo en su cuenta de Twitter. Como bien señalan por ahí, “el burro hablando de orejas”, y pretende que creamos sus mentiras disfrazadas de verdades. Bien haría en responder por la traición que sigue manteniendo contra su país de origen.

Afirmar sin pruebas es pretender verle la cara a los mexicanos. Tampoco The New York Times presentó esas pruebas que dice tener. Mucho menos la señora Aristegui y corifeos. Y eso quiere decir que sus afirmaciones no son verdades a medias, sino mentiras completas. Si profundizamos en el campo de las deducciones, habrá que señalar que el golpe está dirigido al ocupante de Bucareli, lo que quiere decir que es a quien el señor Andrés Manuel López Obrador visualiza como el enemigo a vencer, porque si de algo podemos estar seguros es que la señora Aristegui responde a los intereses del tabasqueño.

Sin lugar a dudas, esto ha sido un tendencioso montaje, lo que también quiere decir que la señora Aristegui y compañeros del mismo dolor participarán activamente en la sucesión presidencial.

Insisto, acusar sin pruebas es lo mismo que mentir, y utilizar a los medios de comunicación para realizar campaña negra resulta oprobioso. El tiempo colocará a cada quien en su real dimensión. Por lo pronto, el Gobierno Federal retó a The New York Times a que presente pruebas. Y lo mismo debieran hacer los corifeos de este país. Al tiempo.