El prepucio perdido

 

Un grupo de hombres que no solo se oponen a circuncidar a sus hijos, sino que buscan restaurar su propio prepucio


Muchos hombres adultos buscan la circuncisión por razones estéticas. Las imágenes pornográficas que pululan en Internet están repletas de penes lisos con glandes al descubierto, por lo que esta imagen se ha considerado la más bella, limpia y saludable manera de presentar un miembro.

La circuncisión se relaciona con algunas creencias religiosas, y también con cuestiones morales o con argumentos médicos, pues incluso se ha dicho que retirar el prepucio disminuye la probabilidad de tener enfermedades tan graves como el VIH.

Sin embargo, existe un grupo de hombres que no solo se oponen a circuncidar a sus hijos, sino que buscan restaurar su propio prepucio, el cual perdieron de niños. Estos varones buscan una apariencia “más natural” y también algo de lo que saben de oídas: la sensibilidad. Un pene circuncidado es menos sensible, puesto que al exponerlo al ambiente la piel del glande se engrosa (los médicos lo llaman queratinización), debido al constante contacto con la ropa, y pierde la lubricación que le otorgaría el prepucio.

Pero, ¿cómo puede recuperarse un prepucio? Jalando. Ya sé que piensa que eso lo ha hecho toda su vida y no ha visto ningún cambio, pero se trata de jalar en serio. Según quienes lo han practicado, al tirar de la piel que recubre el pene (la que se recorta durante la circuncisión), esta crece, y junto con ella se extiende la red de vasos sanguíneos y terminaciones nerviosas. Claro que también existe una cirugía que quita piel de los testículos y la pone sobre el glande, pero aparentemente este método no consigue recuperar la sensibilidad del nuevo prepucio.

El grado de éxito en las maniobras de crecimiento depende de varios factores. El primero de ellos es la cantidad de prepucio existente (hay unos penes más “ajustados” que otros). El segundo factor es la perseverancia, y está íntimamente ligado al tercero: la paciencia. O sea, hay que ser constante mas no desesperado. Algunos datos –todos anecdóticos, pues hasta ahora no hay un estudio científico formal sobre el tema– indican que al menos se necesitan ocho meses para ver resultados significativos, no obstante, el tiempo se puede prolongar hasta seis años.

La manera más básica y barata de realizar el procedimiento es jalar la piel con las manos (es decir, estirarla con una mano hacia el pubis y la otra mano hacia la punta del pene), y también existen dispositivos –¿médicos?– para este propósito. Básicamente funcionan con dos principios: uno es estirar la piel mediante pequeños “conos” que se insertan en su borde para agrandarla; el otro es la tensión, la cual se puede lograr tirando del borde de la piel con ligas amarradas a la pierna (así de extremo como se lee) o bien con pesas que cuelgan del dispositivo.

Todo esto debe hacerse poco a poco (por años, dijimos) pues de lo contrario se corre el riesgo de desgarrar no solo la piel, sino también las estructuras que sostienen las erecciones o que las permiten en el cuerpo del pene. Incluso puede haber complicaciones menos graves y muy molestas, como irritación de la piel, señal de rudeza con el órgano masculino.

En lo personal, soy de la idea de que la circuncisión no debe ser un procedimiento de rutina puesto que se pierde más de lo que se gana, aunque tampoco estoy segura de que un hombre deba someterse a procedimientos tan extremos, riesgosos o dolorosos con tal de recuperar una porción de piel de la cual ni siquiera tiene recuerdos. Pero sobre todo, debería darse una discusión seria antes de involucrar ligas, plásticos y jaladas de cualquier tipo.
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*Periodista especializada en salud sexual@RocioSanchez