El PRI (2)

 

Los proyectos terminan con los comicios para regresar al avorazamiento y el autismo político


Traté en mi artículo pasado las contradicciones del PRI y su falta de áreas eficientes de acción electoral y de estrategia política, incapaces de leer las cifras electorales y hacer inferencias y cruces con diversos indicadores sociales. Hoy abordaré la pérdida de vocación de sus dirigencias, ajenas al electorado y a sus militantes, practicantes de una democracia reducida a lo electoral, pero ajena a la transformación social. Los proyectos terminan con los comicios para regresar al avorazamiento y el autismo político. En lugar de ver a la sociedad desde las encuestas deberían hacerlo desde los individuos, pero los sacrifican en la hoguera de su interés, casi siempre distinto al colectivo.

Incluso sus dirigentes más experimentados cayeron en las mismas debilidades, y entronizaron a hijos, cuñados, yernos y hermanos, pretendiendo generar dinastías decimonónicas. Las bancadas se componen con los apellidos de siempre, haciendo preguntarse al electorado si son versiones mejoradas y aumentadas, y eso se traduce en pérdida de confianza y de votos.

Se alejaron de los jóvenes. Los llamados millennials, determinantes muy pronto de los resultados electorales, están solos, buscando solución a sus problemas, por eso no voltean a nadie.

El PRI pretende atraerlos a través del “sector juvenil”, lleno de grillitos e hijitos de cartas muy vistas en el juego. La selección de candidatos es la cereza del pastel. La militancia ve de lejos la repartición, y mira impotente cómo se regala buena parte del Senado a escoria (exgobernadores, líderes de gremios de negro historial, actrices de quinta), en lugar de hacerlo un cenáculo de la inteligencia.

Aun así, tiene un núcleo votante leal. Está a tiempo de retomar rumbo y proyecto, siempre y cuando esté dispuesto a recrearse y ubicarse en el siglo XXI. De otro modo, se perderá tarde o temprano.