El principal elemento de la derrota

 

La corrupción es una de las costumbres más arraigadas en el imaginario mexicano


Hablar de corrupción en este país es referirse a una de las costumbres más arraigadas en el imaginario de los mexicanos. Sin lugar a dudas, una de las máximas aspiraciones de cualquier persona es alcanzar la riqueza y dejar de preocuparse por los agobios de la vejez.

De ahí que muchos ciudadanos tengan especial cuidado por atender y mantener sus planes de retiro.Cuando alguien tiene la oportunidad de detentar un cargo público de nivel medio a superior, de inmediato se da cuenta de su entrada al “universo sagrado” que trae aparejada la administración pública, y de las comodidades que puede proveer para llevar una vida plena de satisfacciones y olvidarse de las estrecheces. Para decirlo de una forma más clara, el siguiente paso es la riqueza.

Por eso la corrupción está tan arraigada en nuestro sistema político. Porque los salarios profesionales en la iniciativa privada tampoco resuelven los principales agobios de las familias mexicanas. Pero también hay que señalar que las ambiciones son inherentes al ser humano y en ocasiones representan el principal motor para alcanzar la grandeza
o la riqueza. Esas dos condicionantes son las peculiaridades del individuo, y cuando se le presenta la oportunidad de optar por una de ellas elige de forma fácil la riqueza.

Desentrañar el porqué los ciudadanos optaron por opciones distintas durante la pasada elección de gobernadores
encuentra sustento en esa peculiaridad del ser humano, y que conocemos como “ambición”. Atesorar riquezas o poder son los estadios emocionales más recurrentes del hombre, y cuando ambos componentes se unen es cuando se generan las condiciones propicias para su deificación.

Por ello la administración pública es un componente aspiracional muy recurrente entre el género humano. Ocupar cargos de alto nivel conlleva a poseer salarios que permiten detentar un elevado tren de vida, pero también la realización de acciones que se enmarcan dentro del catálogo de los actos de corrupción, esos que por su naturaleza son los que propician la perversión de las decisiones en la administración pública.

Acabamos de pasar por un proceso electoral en el que los ciudadanos emitieron un voto de castigo al partido en el poder. Y no es que fuera una casualidad la derrota de los tricolores pues de por sí el ejercicio del poder conlleva un brutal desgaste, simplemente es que los ciudadanos decidieron castigar al partido en el poder a causa de la acusada vocación que tienen sus integrantes por la corrupción. Esa es la explicación más coherente a nuestra realidad democrática y nos pasa siempre.
Al tiempo.

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GG