El programa de un hombre solo…

 

El hombre aparecía en el dintel, y saludaba a los espectadores. Era televisión en blanco y negro, algo que las actuales juventudes ni siquiera conciben. Se despojaba de la gabardina, que doblaba cuidadosamente y luego del sombrero. Ambas prendas iban al perchero desde donde el protagonista del programa soltaba una parrafada sobre la dignidad de […]


El hombre aparecía en el dintel, y saludaba a los espectadores. Era televisión en blanco y negro, algo que las actuales juventudes ni siquiera conciben.

Se despojaba de la gabardina, que doblaba cuidadosamente y luego del sombrero. Ambas prendas iban al perchero desde donde el protagonista del programa soltaba una parrafada sobre la dignidad de los ensombrerados y la indecencia de los cráneos pelados.

Viene a la mente este recuerdo de Humberto G. Tamayo, locutor yucateco de voz poco atractiva, rasposa, pero de ideas que iban más allá del genio. Físicamente parecido al irrepetible Juan José Arreola, sus postulados, sugerencias y propuestas encerraban un anuncio publicitario en el que las exageraciones eran su éxito.

No había sino publicidad y sin embargo los televidentes estábamos atentos durante la hora de la comida.

Para destacar la bondad de sus productos, don Humberto mentía descarada y jocosamente. Así, por ejemplo hacía referencia a una leche de equis marca, y puntualizaba con tono cantarino, que era “tan fresca, pero tan fresca, que hace tres horas todavía era pasto”.

Un mal día desapareció tan instructivo programa, en el que se exaltaba la inteligencia, el pensamiento, la correcta exposición de las ideas con lenguaje repleto de ideas graciosas, sin ofensa para nadie.

El programa era breve, quizá un cuarto de hora. Al despedirse, tomaba su gabardina doblada cuidadosamente sobre un antebrazo, y colocaba con ademán señorial el sombrero sobre la cabeza, recordando que “de Sonora a Yucatán, los caballeros usan sombreros Tardán”.

Finalizaba anunciando que dejaba en prenda su honra “para que la destrocen”.

El tiempo pasa pero las ideas quedan. El programa de un hombre solo está de regreso, aunque sin experiencia falla notoriamente. Miren: el conductor pide apoyo de su personal cercano, digamos la titular de Energía a la que solicita datos para su audiencia.

No los hay, como tampoco el responsable del tema que repite con voz inaudible que se hizo lo correcto… aunque esa corrección haya dejado varada a la industria, al comercio, y provocado más perjuicios de los que buscaba resolver.

No hay remedio, es el programa de un hombre auténticamente solo, que debe recurrir a la imaginación como sustituto de la información, con la que ni esperanza de obtenerla.

Y así, como la leche que era pasto tres horas antes, anuncia que de un día al siguiente evitó en 65 por ciento el robo de combustibles. Y que ahorró, en apenas 24 horas, siete mil millones de pesos, cifra coincidente con lo que quieren los vagos de la CNTE.

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