“El santo Cáliz”

 

El santo Cáliz, actualmente en la catedral de Valencia, es de forma semiesférica, de una sola pieza tallada en ágata cornalina translúcida, piedra semipreciosa de procedencia oriental


Roberto O’Farrill Corona

 

En su cristología, publicada en un tríptico bajo el título “Jesús de Nazaret”, el papa Benedicto XVI explica que “la sangre de los animales no podía ni expiar el pecado ni unir a los hombres con Dios. Sólo podía ser un signo de la esperanza y de la perspectiva de una obediencia más grande y verdaderamente salvadora.

En las palabras de Jesús sobre el cáliz, todo esto se ha resumido y convertido en realidad. Él da la nueva alianza sellada con su sangre”.

Jesús les indicó a los apóstoles: –Hagan esto en memoria mía (Lc 22, 19). Los discípulos supieron que algo decisivo había ocurrido; lo sabían aunque no lo entendían aún. Al cabo de dos milenios, quienes a Cristo amamos seguimos, en todos los rincones del mundo, repitiendo aquellas mismas palabras y gestos, con la certeza de que damos cumplimiento a lo que el Señor nos dijo, y sabemos que toda vez que lo hacemos anunciamos que Cristo murió, y lo seguiremos anunciando así hasta que Él regrese, de nueva cuenta, a nuestro mundo.

El santo Cáliz, actualmente en la catedral de Valencia, es de forma semiesférica, de una sola pieza tallada en ágata cornalina translúcida, piedra semipreciosa de procedencia oriental. Mide siete centímetros de la base hasta el borde, 9.5 centímetros de diámetro en el borde y 5.5 de profundidad.

En el siglo XI, el Cáliz fue embellecido con una base y un tallo de oro, y a fin de evitar que se tocara la sagrada reliquia, se le agregaron dos grandes asas, también de oro. La base es un óvalo cóncavo invertido de color parecido al del cáliz, circundado por un marco de oro ensartado por 27 perlas, dos rubíes y dos esmeraldas. El tallo finamente labrado, también es de oro y mide siete centímetros.

En total, el conjunto mide 17 centímetros. El Cáliz fue llevado a Roma por san Pedro y conservado por sus sucesores en el pontificado hasta que el papa san Sixto II se lo confió a san Lorenzo, su diácono, para que él lo llevara a Huesca, su tierra natal, a fin de protegerlo de la persecución desatada por el emperador Valeriano en el siglo III.

En el año 712, ante la invasión musulmana, fue llevado por los cristianos de Huesca al norte de los Pirineos para ocultarlo, primero en las cuevas de Yebra y después en diversos monasterios, hasta que quedó, por siglos, en el de San Juan de la Peña.

En 1399 el rey de Aragón, Martín el Humano, lo colocó en el palacio de la Aljafería de Zaragoza y luego en el palacio real de Barcelona. En 1437, el rey Alfonso V lo entregó a la catedral de Valencia, donde se conserva hasta hoy en la antigua Sala Capitular, ahora convertida en la Capilla del Santo Cáliz.

Durante su viaje apostólico a Valencia, el papa Juan Pablo II celebró la Eucaristía con este santo Cáliz el 8 de noviembre de 1982, y lo mismo hizo el papa Benedicto XVI el 8 de julio de 2006.