¿El signo de los tiempos..?

¿Será lo que vendrá con la cuarta transformación?
Carlos Ferreyra Carrasco Publicado el
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No. Posiblemente usos y costumbres, como los definió Andrés Manuel López Obrador cuando conoció la masacre de tres agentes judiciales en un pueblo cercano a Iztacalco, quemados por una multitud imbecilizada.

Hicimos el ingreso a las grandes ligas informativas con el linchamiento de jóvenes que pretendían, hace 50 años, escalar el cerro de la Malinche. Un cura sin pizca de humanidad azuzó a la turba que los mató no sólo a ellos sino además al inocente que les permitió dormir en un establo.

El cura, sin responsabilidad, fue trasladado a una parroquia en Morelos, donde murió, esperemos, con la conciencia hecha polvo… aunque lo dudamos.

En el primer caso los agentes fueron asesinados porque andaban tras menudistas de drogas que usaron el cuento de los niños secuestrados. Sin apelación los ataron, los rociaron de gasolina y les prendieron fuego. Sobrevivió uno.

La televisión comercial se dio vuelo filmando el atroz espectáculo; una delegada perredista se apersonó para hacerse notar; el jefe de la Policía, con gran cobardía, adujo que no pudo llegar por el tráfico, aunque viajaba en helicóptero.

El nombre del triste funcionario, Marcelo Ebrard Casaubón al que corrió Vicente Fox, pero lo amparó don Peje, como vemos.

Los asesinatos de Fuenteovejuna son más frecuentes de lo que reflejan los medios.

El salvajismo de unos tapa a otros y la espectacularidad de hechos como el reciente en Puebla, ocultan lo que sucede en el resto del país.

Mientras quemaban a dos jóvenes campesinos, uno de ellos estudiante de la Universidad Veracruzana, decenas de estúpidos se daban gusto grabando la escena y en el vecino Hidalgo se registraba un hecho igual.

Hasta lo que la memoria permite, no se recuerda que se haya perseguido a los incitadores, a los que se identifica en las grabaciones. Por supuesto, no se investiga a nadie.

En el colmo de la inhumanidad, la madre del joven estudiante presenció en las redes sociales cuando era masacrado su vástago.

Sus gritos de desesperación, llantos y súplicas fueron en vano. Pero justificarán el crimen porque el “pueblo bueno” jamás se equivoca.

Todo quedará en el olvido, como ha sido después de tres días, cuando la atención de los fanáticos de las redes se ubicó en Napillo, los nuevos diputados y la porra pejista… en fin, más atención a perros maltratados que a quienes han sido tan vilmente asesinadas.

La pregunta no es ociosa: ¿será lo que vendrá con la cuarta transformación?

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