El susto de Andrés Manuel

 

Ricardo Anaya fue a su tierra y afirmó que la ley no se negocia


Sin lugar a dudas las campañas políticas tienen mucho de ocurrencias, y es que resulta difícil para un candidato sustraerse de las oportunidades que se presentan en el momento de soltar una de su ronco pecho como se dice en el argot popular, y en la mayor parte de las veces se quedan en la memoria de los votantes pasando a formar parte del anecdotario popular, aunque también dichas ocurrencias pasan inadvertidas.

Recordemos que una campaña política es un proceso intenso de comunicación, planeado y controlado, con la finalidad de influir en el electorado, es decir, que la gente vote por el candidato que mejor realice sus procesos de comunicación.

Comunicatio es una palabra latina que significa promover algo, dejar huella en la memoria del receptor. De ahí que una de las funciones más precisas e importantes del emisor, que en el caso que nos ocupa es el candidato, sea repetir, repetir y repetir cuantas veces sea necesario el mensaje, y cuando esté harto de decir lo mismo, la gente o el público al que se dirige apenas estará comprendiendo el contexto del mensaje.

Claro está que una de las particularidades de los candidatos son esas ocurrencias del momento, y de acuerdo como leen a los públicos que se les presentan a lo largo de las jornadas de activismo. El problema es que en muchas ocasiones esas ocurrencias son episodios que surgen en el momento por la clase de público que se tiene enfrente, el momento, la efusividad o el humor de los propios candidatos.

Ricardo Anaya fue a su tierra, Querétaro, y afirmó que la ley no se negocia, por lo que perdonar a corruptos es semilla de la impunidad, porque ese ofrecimiento de borrón y cuenta nueva que ha propuesto el señor López Obrador, aparte de ocurrencia, no es otra cosa que una patente de corso para los culpables de haber cometido tropelía y media con los recursos públicos, y eso de ninguna manera podemos permitirlo los mexicanos.

Pero también en el ánimo festivo del momento el señor Ricardo Anaya, después de haber regresado a su tierra con la candidatura presidencial en el hombro, señaló ante el ofrecimiento del tabasqueño de perdonar a delincuentes, que la ley no se negocia, y que no pude haber perdón ni olvido para quienes han cometido graves actos de corrupción, y mucho menos para quienes han cometido actos de violencia en el país.

También por la euforia del momento dijo que Andrés Manuel López Obrador está espantado porque sabe que el panista está creciendo y que va a ganar la elección. Yo imagino que el hombre de Macuspana ha perdido el apetito ante tal aseveración, pero como dije, estamos en campañas políticas y se vale decir muchas cosas, incluso mentiras a medias o verdades completas. También estoy seguro que cuando el tabasqueño se enteró, tuvo un exceso de hilaridad del que no ha podido recuperarse. Al tiempo.