El ultimátum

 

El ultimátum lanzado por el tabasqueño evidencia que lo suyo es la imposición


Andrés Manuel López Obrador ha cometido errores garrafales en las últimas semanas que evidencian su vocación por el totalitarismo, y aunque sigue punteando en las preferencias electorales, sus equivocadas decisiones y su forma de exigir que los demás se sumen a su proyecto no tardará en reflejarse en amplios sectores de la sociedad que todavía sienten temor ante su posible llegada al Gobierno de la República. Y no es que se haya equivocado, porque siempre ha sido así.

Pero también hay que sumar los antecedentes de las prácticas administrativas y de gobierno en Texcoco cuando Delfina Gómez detentó la presidencia municipal, por esa persistencia de las izquierdas de diseñar cuotas “para la causa” con cualquier pretexto, lo que ha provocado que salgan a la luz pública los excesos de los descuentos salariales, y lo peor, haber dispuesto de las pensiones de un amplio grupo de mujeres a las que se dejó sin el sustento para la manutención de sus hijos.

Si algo le duele a cualquier ser humano es que dispongan arbitrariamente del producto de su trabajo simplemente porque a quienes detentan el gobierno se les ocurre que así tiene que ser. Pero habrá que decir que todo inició cuando Andrés Manuel López Obrador fue jefe de Gobierno en la Ciudad de Mexico, donde todos los trabajadores, de todas las categorías, estaban obligados a la entrega de 20 por ciento de su salario como “cuota para la causa”.

El Gobierno del Distrito Federal mantiene en sus nóminas a cerca de 150 mil personas, y cada uno de ellos le entregaba al mes religiosamente la quinta parte de su sueldo al señor López Obrador, quien disponía cuál era el destino final de los miles de millones de pesos que se recaudaban cada quincena o cada mes.

Eso explica el porqué sus hijos gastan brutales cantidades de dinero en vehículos, ropa, viajes, y la buena vida a la que se han acostumbrado.

También explica la permanente campaña del señor López para hacerse del poder, pero hay que señalar que sigue cometiendo equivocaciones cuya consecuencia será el descarrilamiento de “su proyecto”. Así como en su momento fue el dueño del PRD, ahora lo es de Morena, Movimiento Ciudadano y el Partido del Trabajo, y pretende hacer nuevamente lo mismo con él PRD. El problema es que Juan Zepeda le salió respondón y descartó someterse a sus designios declinando en favor de Delfina Gómez.

El ultimátum lanzado por el tabasqueño evidencia que lo suyo es la imposición y el sometimiento, y no la política. El autoritarismo que en el pasado evitó la consolidación de su proyecto ha salido a flote y da la razón a quienes lo han considerado como “un peligro para México”. La derrota en la entidad mexiquense podría ser el principio de la catástrofe para sus aspiraciones. Juan Zepeda le ha dado una lección de congruencia que le resultará difícil olvidar. Al tiempo.