Elección del 1 de julio: ejemplar a los ojos del mundo

 

La autoridad electoral se comportó a la altura


A ojos del mundo, la jornada electoral que protagonizamos los mexicanos el domingo pasado resultó ejemplar. La autoridad electoral se comportó a la altura, los medios de comunicación pudieron realizar una amplia cobertura que, en términos generales, se caracterizó por una sincera búsqueda por la objetividad y la imparcialidad; la ciudadanía participó masivamente, un candidato no oficialista resultó ganador con un muy amplio margen y los candidatos perdedores, el oficialista el primero, salieron muy rápidamente a reconocer su derrota y a desearle al triunfador la mejor de las suertes en la enorme responsabilidad que tendrá que asumir.

El presidente del INE y el propio Presidente de la República hicieron lo propio. La de México fue una elección que nos hizo parecernos a democracias consolidadas como la francesa o la británica y lo fue principalmente porque nadie cuestionó los resultados y mucho menos lo hizo el principal candidato perdedor, el candidato que quedó en segundo lugar como le había ocurrido a AMLO en elecciones anteriores. En esta oportunidad Andrés Manuel López Obrador a diferencia de lo que había hecho en los comicios de 2006 y de 2012 no alegó ser víctima de fraude ni mandó al diablo a las instituciones, sino que por el contrario, reconoció la labor de las autoridades electorales e incluso elogió la actitud que en lo tocante al proceso electoral adoptó el presidente de la república Enrique Peña Nieto. ¿Qué fue lo que cambió? ¿Por qué su actitud fue distinta? La respuesta es muy simple: en esta ocasión ganó.

López Obrador tendrá durante seis años la oportunidad de demostrar mediante el ejercicio de gobierno que es verdaderamente un demócrata porque no cuestionar al arbitro cuando se gana un partido no es prueba de que se es capaz de respetar las reglas del juego, sino simplemente de que el marcador final resultó satisfactorio para el potencial quejoso. Ya veremos.