Elecciones: mi gallo es el bueno

 

Los votantes dirimen sus preferencias en el mercado, la calle, la chamba o el Metro


Como en fin de temporada de tienda departamental, la gente del barrio es cliente preferencial de los partidos políticos que nos hostigan con su oferta para que México sea potencia de primer mundo, enclave del paraíso jamás vivido, modelo democrático intergaláctico, venero de justicia y paz social. Cual más, cual menos, desea tu voto para acceder al gran pastel del que el peñanietismo deja sólo moronas.

En el barrio se cumple el interesado dicho: al nopal lo van a ver sólo cuando tiene tunas: amarillas, rojas, blancas, jugosas y dulcísimas, algunas espinosas, otras no tanto, pero a todas se les atrapa para que brinden sus vitaminas, minerales y proteínas: a pedradas. Con una garrucha. Con suavidad, envolviendo la mano en un guantecillo…

La gente en el barrio, en la colonia, sabe que su voto vale y atiende a la oferta y la demanda que el mercado electoral establece en la temporada.

Los líderes vecinales (el politiquillo de la colonia. El encandilador de almas. El argüendero de la zona) muestran su real valía a la hora de convocar a la clientela para mostrar el músculo en mítines, concentraciones masivas, muestras de lealtad a su gallo.

Es facilón lugar común decir que se cambia el voto por una torta y un refresco, y que al supremo elector el encandilador de almas le otorga, pone en sus manos la banderola, manta o cartel para que destaque su adherencia a los principios del partido, a su programa de trabajo, a la peculiar manera con que enfrentará la problemática social, lo que ya arranca hurras y vivas y chiquitibum a la bimbombá.

No, además de la torta y el tamal, para captar votantes, se organizan rifas que beneficiarán a los adherentes; ingreso a las nóminas de los programas sociales; apoyo para los viejitos pomposamente llamados Adultos Mayores; tarjetas bancarias, gestorías para arreglar problemas con el predial, para la regularización de predios; ofrecen también descuentos en notarias públicas para iniciar sucesiones testamentarias y un largo etecé, etecé a quien nadie saca la vuelta, porque “a quién le dan pan, que llore”, hay que “atascarse ora que hay lodo”, porque siempre es mejor “que coman mis dientes, aunque no coman mis parientes”. “Si no acepto lo que ofrecen, otro más necesitado que yo lo agarrará”.

La inteligencia interesada prevé borrascas, chanchullos atizados por la élite en el poder; desvío de recursos para beneficios de candidatos que jamás en la vida han tratado con el votante de carne y hueso; alteraciones en el padrón electoral; compra masiva de votos; corporativismo coercitivo y un sinfín de artimañas previos a la Gran Jornada Cívica, como suelen llamar en la radio y la tevé a la elección. Sin embargo, infinidad de votantes no lee los diarios impresos donde la inteligencia muestra su saber, menos los home cibernéticos que desparraman bytes de sesudos análisis.

El votante de carne y hueso dirime sus preferencias en el mercado, la calle, el transporte público, en las sobremesas y pachangas finisemaneras, en la chamba, el aula: cuando quiere disiparse, perder el tiempo haciendo rabiar al de al lado espetándole: “Ya se supo que vas a votar por esas ratas de dos patas”. “No creo que sepas, porque mi voto será secreto”…

El civismo, aunque usted no lo crea, campea entre los potenciales electores, quienes ponen el ejemplo a las organizaciones partidistas que ya han aportado difuntos a la lista de asesinados en diversas entidades. El paisa, hojalatero de profesión, no oculta sus preferencias izquierdistas, y le carga la mano al tricolor histórico, don Mauro, quien se desquita azuzándole a Toñita, la gelatinera cuya sangre azul ha sido de histórica oposición al Partido de la Robolución. Lauro, escéptico carnicero, cabulea a quienes consideran sin pecado concebido a su candidato tropical: “Acuérdense: prometer no empobrece: el dar es lo que aniquila”.

Cada cual revira a su manera, cabulea, pica la cresta, exagera la nota, exhibe corruptelas y virtudes, denigra al candidato del vecino, intenta convencer al indiferente, pretende inocular su preferencia al votante primerizo, hasta se anima y coloca propaganda en su balcón que muestra al aspirante al cargo con sonrisa perpetua, acicalado, luciendo sus colores… Sabedores que nada es para siempre, pasada la elección (deseamos) las aguas vuelven a su cauce, las pasiones se atemperan, ¿pa qué pelearse, si de todos modos los ganones son siempre otros, menos nosotros? El sentido común tiende a imponerse.

Los candidatos de Todos por México, Por México al Frente y Juntos Haremos Historia, más El Bronco, desean conchabarse el voto de 42 millones 18mil 841 hombres y 45 millones 298 mil 761 mujeres que integran el Padrón Electoral: elegirán un presidente de la República, 128 senadores y senadoras y 500 diputados y diputadas, en la elección federal, y en elecciones locales a gobernadores, Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, congresos locales, ayuntamientos, juntas municipales y alcaldías.

Esperemos que en santa paz. (Aunque no todo será miel en penca.)