En el Air Force One, la estupidez es pasajera

 

Las críticas en Estados Unidos por estos hechos alcanzaron dimensiones ciclónicas y de ellas no se pudieron distanciar ni los más recalcitrantes republicanos


La cumbre celebrada entre el presidente Donald Trump y el presidente Vladimir Putin el pasado 16 de julio en Helsinki, Finlandia, constituyó a ojos de buena parte de la opinión pública estadounidense y de la gran mayoría de la clase política de ese país, uno de los episodios más vergonzosos de la historia de la Unión Americana en lo relativo al comportamiento de un presidente norteamericano frente a un líder ruso. En dicha cumbre Donald Trump descalificó las conclusiones de la comunidad de inteligencia de la Unión Americana y sobre ellas le dio más crédito a la palabra de su homólogo ruso en lo relativo a la interferencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016 que Putin desde luego negó. Tomando en cuenta el tratamiento que Trump le dio a asuntos tan delicados como la guerra en Siria, la anexión de Crimea o los asesinatos selectivos en países de Europa occidental, no sería exagerado decir que Trump se puso de tapete frente al líder ruso. Las críticas en Estados Unidos por estos hechos alcanzaron dimensiones ciclónicas y de ellas no se pudieron distanciar ni los más recalcitrantes republicanos.

Ante este escenario, en el que los colaboradores del presidente hacían todo lo posible por poner distancia entre Trump y Putin para diluir la sospecha de que el primero es el títere del segundo, lo mejor que se le ocurrió hacer a Donald fue invitar a Vladimir Putin a visitar Washington en otoño próximo. Como era de esperarse el carácter ciclónico de las críticas contra Trump volvió a tomar fuerza hasta el punto de que el presidente de Estados Unidos decidió posponer la segunda reunión cumbre con Vladimir Putin hasta que, según él, concluya la cacería de brujas que está teniendo lugar en su contra. No cabe duda de que cuando del Air Force One se trata se tiene la certeza de que la estupidez es pasajera.