¡En mi ciudad hay un tren!

 

El Suburbano no sólo agiliza el desplazamiento de personas sino que además contribuye a reducir en 14 por ciento las emisiones contaminantes en la Zona Metropolitana del Valle de México


¡Qué oso! El viernes pasado yo parecía una vil turista, sí, turista cualquiera tomando fotos y asombrándome en una estación de tren. Y no, no estaba de viaje, de ahí lo ridículo de mi comportamiento. Estaba en Buenavista, en la mismísima Ciudad de México, donde nací hace 43 años.

No era la primera vez que estaba allí, hace muchos pero muuuuuuuchos años ya había pisado esos mismos andenes.

Cuando tenía 12 viajé con mi hermana desde el entonces Distrito Federal hasta Guadalajara en uno de esos trenes de lujo que hasta camitas tenían. Recuerdo todavía como si fuera un sueño el ruido tremendo de esas máquinas enormes y antiguas. Estamos hablando de 1986 ¡wow! Hace 32 años.

Ocho años después volví a la estación de Buenavista pero esta vez con mis amigos de la universidad. Mi primer viaje sola, en el que me destrampé y divertí como nunca, lo hice en tren.

Nos fuimos en bola a Querétaro y recuerdo bien que salíamos de tanto en tanto a rolar la bacha en esos como balconcitos que tienen los trenes viejos cuando termina un vagón y empieza otro. ¡Nostalgia de la juventud! En esos años no importaba si en auto el viaje duraba la mitad de tiempo, lo que importaba era vivir la experiencia de viajar en tren.

Y es que es increíble que en lugares como Europa el tren sea un medio de transporte crucial y que aquí hayamos desmantelado todo el sistema ferroviario. Pero justo por eso el viernes pasado yo parecía turista o niña con juguete nuevo cuando tuve que tomar por primera vez el tren suburbano.

Sólo iba a una estación, pues me dirigía a la Arena Ciudad de México al concierto de J Balvin, pero me encantó la experiencia. Desde usar la máquina para cargar la tarjeta y mirar que es tan parecida a las que hay en los trenes suburbanos de Madrid o París, hasta los viejos andenes renovados pero que conservan ese aire de nostalgia de las viejas estaciones ferroviarias.

Ni que decir de los trenes, seguían recordándome los que he usado en Europa. Su color blanco con rojo me recordaba mucho el que usé en mi último viaje a Madrid para llegar desde el aeropuerto de Barajas hasta Villalba, el pueblo de mi amigo Arturo. Era domingo así que no iba lleno. Supongo que quienes usen este transporte a diario en hora pico se reirán de mí y argumentarán que mi nostalgia fresa no tiene nada que ver con su día a día, y sí, sé que tendrán razón.

Pero también habrá quien me diga que este tren les cambió la vida ¿o no? Y es que yo recuerdo lo que era ir hasta el lejano Cuautitlán en los años 90… ¡una pesadilla! Más de dos horas y a veces casi tres de camino.

Antes de la llegada del Suburbano, 60 por ciento de los recorridos se realizaba en unidades de baja capacidad, como microbuses y camiones, generando un mayor uso de combustible que multiplica la emisión de contaminantes al ambiente.

Hoy eso ha cambiado pues, al utilizar energía eléctrica, el Suburbano no sólo agiliza el desplazamiento de personas sino que además contribuye a reducir en 14 por ciento las emisiones contaminantes en la Zona Metropolitana del Valle de México, así como a disminuir el tráfico, los congestionamientos vehiculares y los accidentes viales.

Otras dos cosas que apunto como palomita para este sistema de transporte público: cuenta con calefacción y aire acondicionado (algo que en estos días infernales se agradece) y además es de las instalaciones más accesibles para personas con discapacidad que he visto.

Ya sé, sigo sonando a turista en mi propia ciudad, y mi espíritu eurofílico me sigue traicionando y no puedo evitar pensar que usar ese tren me hizo recordar mis recorridos por el viejo continente, pero a mí me encanta saber que mi ciudad tiene un tren tan bonito y útil para tantas personas ¿a ustedes no?