Encuerados y protestas

Son parte del escenario de cada fin de año
Carlos Ferreyra Carrasco Publicado el
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Son parte del escenario de cada fin de año. Y de mediados o cuando llegan las fiestas patrias: en torno al monumento a Cuauhtémoc colocan a decenas de mujeres de edad mayor, sin nada que les cubra el torso y la mitad sin calzones, “con las vergüenzas al aigre”, diría la abuela.

Pertenecen al Movimiento de los 400 Pueblos, organización propietaria de vidas, hacienda y destino de quienes usa el líder, César del Ángel, para sus fines, a veces económicos –casi siempre—y a veces políticos.

Antes, el objeto de sus iras era el gobernador jarocho, Dante Delgado, dueño de la franquicia Movimiento Ciudadano, pero de pronto la organización política de este señor como su influencia en el terreno de las ventajas financieras decreció de tal forma que perdió el interés.

Hoy personalmente ignoro el motivo de la nueva exhibición de tristezas físicas y la indignante utilización de personas de la tercera edad, mujeres la mayoría, encueradas en los helados atardeceres del Distrito Federal.

César del Ángel encabezaba en 1967 las protestas cuando los copreros fueron masacrados en Acapulco. Murieron 38, quedaron malheridos cien y fueron detenidos 228 de ellos, mientras el líder recibía la información desde un cómodo hotel a cuatro calles de distancia.

Huyó, hubo quienes le creíamos y lo respaldamos desde las páginas, en mi caso, de la revista Sucesos para Todos, propiedad de Gustavo Alatriste.

Pasó el tiempo, César huyó a Veracruz, donde sentó sus reales y hoy organiza estas manifestaciones en las que él, confesión hecha a Excélsior hace algún tiempo, no participa ni en campamentos ni en las desnudeces ni en las magras comidas. Desde su residencia en Polanco o en la Zona Rosa (confesó que tiene dos) y restaurantes elegantes de ambas zonas, dirige las protestas.

Viste chamarras de piel, no de cuero, y afirma que tiene derecho, como la Karen de Javidú, a disfrutar de abundancia, así sea mediante chantajes ejercidos por la vía de la explotación de sus simpatizantes, ubicados en campamentos en el Monumento a la Madre (a la Piedra, dicen quienes no gustan de esa escultura).

Para redondear, Balderas está totalmente invadido, igual que Morelos y claro, Bucareli. Son campesinos llegados de no se sabe dónde, pero todos a bordo de autobuses de lujo que permanecerán estacionados hasta la conclusión del plantón.

Parece obvio que alguien lo patrocina, pero nuestros órganos de inteligencia no pueden averiguar quién es ese jicotillo…

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