Y la sangre llegó

 

El secretario Nuño sólo tenía un límite que consistía en no caer en la trampa


En la historia de México existe una combinación que ha resultado terrible: maestrosestudiantes- sangre. Y en ese sentido, no sólo es que el 2 de octubre no se olvida, sino que la sangre de Tlatelolco nunca se secó.

Y es que, si uno le pregunta al que dio la orden de abrir fuego, los motivos por los que lo hizo, seguramente tendrá muchos. En los que tal vez habrá razones criminales, pero al fin y al cabo son razones válidas para ellos.

Hasta este momento, había sido positivo el trabajo del secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, quien cabalgando a lomos de la legalidad ha buscado imponer a toda costa la Reforma Educativa.

En ese sentido, el secretario Nuño sólo tenía un límite que consistía en no caer en la trampa que ya se veía venir y en la que terminaría por derramar sangre.

Sin embargo, a estas alturas después de lo ocurrido en Nochixtlán, Oaxaca, el pasado domingo 19 de junio, ya no sé qué es peor, si el hecho de que las balas fueran disparadas por la Policía Federal o la emboscada para manchar de sangre la Reforma Educativa.

Y aunque esta situación no disminuye el robo de los sindicatos, ni la corrupción de sus líderes, será conveniente prepararnos para presenciar el próximo temblor en Paseo de la Reforma, desencadenado por esas gotas de sangre que pronto se convertirán en un fuerte diluvio con el cual todos pagaremos las consecuencias.

Ahora esto pone de manifiesto algo que todo político debe saber, y eso es que el fin del poder inicia cuando, por una parte, se pierde el balance en el medio que te permite conseguir lo que quieres, y por otra, cuando se da una orden y no la obedecen.

En ese contexto, esta reforma empieza a tornarse muy peligrosa, ya que de ninguna manera en nombre de nuestros hijos podemos permitir que las leyes sigan siendo un objeto de interés, intercambio o prostitución política.

Pero al mismo tiempo hay que saber que todas las leyes, empezando por nuestra Constitución, tienen un número limitado de litros de sangre que pueden aguantar.

Por lo tanto, a partir de aquí se instala una situación en la que existe al menos una razón formal para bloquear más avenidas, quemar más autos y asaltar más autobuses ante un acontecimiento en el que aún no se sabe si fue una provocación deliberada o un autogolpe.

Ahora yo le pido a mi Estado que sea inteligente. Y la inteligencia radica en que antes de tener que abrir fuego se pueda saber a quién detener. Sobre todo cuando en esta época del Internet, los drones, las cámaras y los celulares inteligentes, es inaceptable decir que aún existen dudas para saber quién abrió fuego.

@antonio_navalon