Entre la ética y la retórica

 

Pareciera que el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, tiene el extraño afán de meterse en problemas por elegir blancos de sus dicterios a quienes lo antecedieron en el encargo. Hasta ahora ha arremetido contra quien se mueva, y no ha entendido que el respeto por el espacio y el tiempo de cada […]


Pareciera que el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, tiene el extraño afán de meterse en problemas por elegir blancos de sus dicterios a quienes lo antecedieron en el encargo. Hasta ahora ha arremetido contra quien se mueva, y no ha entendido que el respeto por el espacio y el tiempo de cada quien es la mejor estrategia para ganarse el respeto de la clase política, empresarial y académica.

El problema es que la estrategia del desgaste dicta que tiene que seguir fustigando al pasado para justificar en el presente los hechos del futuro.

Sin mencionarlo por su nombre, acusó a Felipe Calderón Hinojosa de haberse integrando al consejo asesor de la empresa estadounidense “Avangrid”, a la que le entregó contratos durante su sexenio. Textualmente espetó: “Una empresa contrato a un expresidente como miembro de su Consejo de administración que vende energía a la Comisión Federal de Electricidad. Y no nada más este expresidente, quienes estaban en la Secretaría de Energía se iban a las empresas a las que les habían entregado contratos”; después preguntó: “¿como se llama esto?” y el mismo contestó “Coyotaje, corrupción”.

Hasta ahora sus conferencias tempraneras le han servido no tan solo para marcar la agenda pública del país, también para fustigar a quienes considera que cometieron errores o excesos en el pasado, sin pensar que basta hurgar un poco para descubrir que él mismo los cometió durante mucho tiempo cuando fue Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, y no faltará quien revise ese pasado reciente y comience a dar a conocer la multiplicidad de negocios que al amparo del poder realizaron quienes lo acompañaron durante su gestión.

Alguien tendría que decirle al Presidente de la República que serene sus señalamientos, porque está abriendo frentes que seguramente le resultaran incómodos por la multiplicidad de negocios que se realizaron durante su gestión al frente de la Ciudad de México, y no es bueno que comience el desgaste de su figura a tan temprana etapa. Los citadinos tenemos muy presente quien fue la empresa favorecida para la edificación de los segundos pisos, y su propietario ahora forma parte incluso de su gabinete, pero además es el esposo de la magistrada a la que está impulsando para que se convierta en Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

No sé si ente sus asesores o consultores exista alguien que pueda alertarlo de que se esta entrampando con sus disertaciones pontificatorias de todos los días, y que entienda que el que mucho dice corre el peligro de equivocarse. Pero también que la ética es una disciplina filosófica que se encarga de estudiar el bien y el mal y sus relaciones con la moral y el comportamiento humano, y quien ahora rige los destinos del país, que yo sepa, no ha dejado de pertenecer al género humano.

Pero dejando de lado la aristotélica materia, al Presidente de la República le ha dado por pontificar utilizando un lenguaje soez, vulgar y ofensivo que me parece no es propio de alguien que conduce los destinos de más de ciento veinte millones de habitantes. La retórica es otra cosa, porque tiene reglas y principios que se refieren al arte de hablar o escribir de forma elegante y con corrección con el fin de deleitar, conmover o persuadir.

Las actitudes de “carretonero” no le hacen ninguna gracia a los mexicanos. Ojalá lo entienda, de no hacerlo el problema es suyo.

Al tiempo.

Vladimir.galeana@capitalmedia.mx