Entre lo malo y lo peor

 

Empezamos a tener elementos para tomar precauciones de los votos de castigo


En México, en Nuevo León, está “El Bronco” con un gobierno desastroso. Y es que, la ilusión y la fuerza del pueblo contra las estructuras de los partidos no garantizan que el gobierno que conformen sea precisamente bueno y efectivo.

En Estados Unidos, está Donald Trump contra los partidos políticos, el republicano y el demócrata, entre la mayor crisis conocida en los siglos XX y XXI en la Presidencia de la primera potencia mundial.

En Guatemala el poder nunca es una broma, pero una cosa es ser un buen comediante –seguramente todos los políticos lo son–, y otra es entender la tragicomedia que significa el poder y la vida política.

El resultado es que tenemos un presidente guatemalteco (Jimmy Morales) que oscila entre su necesidad de recurrir al FBI para resolver sus problemas domésticos, sus ganas de hacer justicia y un presunto secuestro de dos jóvenes perpetrado por cinco militares durante la guerra en Guatemala.

En Costa Rica, país ejemplar del sostenimiento de la democracia, también actuó el antipartido y se eligió a un presidente cuya principal virtud era que no pertenecía a la estructura política.

Y es que, Costa Rica ha sufrido un extraño contagio de corrupción perpetrada por los propios hijos de los próceres del país. Por eso eligieron a alguien limpio, bien preparado, un académico e historiador que nunca había tenido experiencia política y que alcanzó la Presidencia con una estructura de gente desengañada de los partidos políticos.

Pero ahora, después de tres años de su triunfo todo es un desastre, porque no sólo ha vuelto a cometer los errores históricos de los presidentes que le antecedieron al no garantizar el desarrollo cívico y educativo del país, sino que pesó más la impericia y la parálisis de no conocer ni siquiera lo que era el funcionamiento político.

Estamos mal con los partidos convencionales, pero me parece que ya empezamos a tener suficientes elementos en el panorama político internacional para poder tomar ciertas precauciones de los votos de castigo y las plataformas sin padre y madre conocido, que llevan a ciudadanos llenos de buena voluntad a sentarse en la silla del poder, y que al final siguen sin lograr modificaciones estructurales que realmente resuelvan los problemas.

¿Eso significa que estoy contra las nuevas propuestas? En realidad no, lo que significa es que estoy sacando la cuenta de lo que ha traído lo nuevo para que las ofertas que se hagan más allá de los partidos no nos castiguen doblemente por unos sinvergüenzas y por unos advenedizos que aunque estén llenos de buena fe resultan ser unos incompetentes. Y en caso de duda observe el ejemplo de Trump.