Ése 8 de Julio

 

Para la mayoría de los que trabajábamos en La Extra de Noticias, era un día como cualquiera otro


Para la mayoría de los que trabajábamos en La Extra de Noticias, era un día como cualquiera otro: ni siquiera éramos cooperativistas, así que la asamblea anunciada ese día nos tenia sin cuidado.

Alrededor del mediodía empezaron los desmanes de quienes veíamos con andar inseguro meterse a oficinas y redacciones.

No sabíamos quiénes eran ni qué hacían, pero estábamos seguros de que andaban bien pachecos.

Por lo menos como placa de tráiler, “hasta atrás” de alcohol. No nos inquietaban pero en un momento dado nos enteramos de problemas en la cooperativa. Estaban echando a Scherer y los briagos, identificables por el sombrero de palma, estaban encargados de la operación. Y andaban armados.

Cada quien hizo sus previsiones. Nos enteramos de que en efecto Scherer iba para afuera y decidimos unirnos a lo que sería una especie de protesta inútil, inservible y poco espectacular, como suelen serlo en México.

Me quedé cuando vi que uno de los dos subdirectores responsables de los colaboradores externos, Miguel López Azuara, ignorante de todo, revisaba materiales.

Entré a su oficina y le comenté que los gritos en la calle eran del director y su círculo cercano que abandonaban el periódico. Asomados al balcón que daba a Reforma, los vimos marchar como dice el célebre chotís, del bracete.

Tras Miguel bajé las escaleras pero en el siguiente piso, en la puerta de la dirección, estaban Laura Elena Medina y su compañera de labores Elenita.

Sostenían una caja con documentos de Scherer y no se atrevían a salir con ellos puesto que, siendo las auxiliares más directas del jerarca, las iban hasta a encuerar.

Acepté el paquete. Cuando casi alcanzaba la puerta principal, me detuvieron los mariguanos, ya mostrando abiertamente las armas en la cintura. Me negué a que me esculcaran, alguien pidió que me dejaran en paz.

Así pude extraer los documentos seguramente confidenciales del director, al que encontré rodeado por un tumulto de reporteros y analistas frente al Monumento a Colón. Lloraban y se abrazaban.

De un taxi se bajó Javier Ibarrola, jefe de Redacción en El Sol, que preguntó lo que había pasado. Se lo dije y rematé: están en liquidación, escoge los que quieras llevarte.

Lo he dicho antes, el carácter elitista del plantel periodístico de Excélsior lo hacía antipático. Cuando vino la debacle, en algún sitio de mi cabeza existía tal posibilidad. No me impresionó, pero supe que la razón estaba con ellos. Y salí del periódico para nunca volver…