Esperanza y realidad

 

Si algo ha distinguido al ahora Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, durante su trayectoria política y su activismo social por todos los rincones del país, ha sido su proclividad para sembrar la esperanza en los sectores más desprotegidos de este México tan nuestro y tan desigual a la vez. Sus recorridos estuvieron […]


Si algo ha distinguido al ahora Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, durante su trayectoria política y su activismo social por todos los rincones del país, ha sido su proclividad para sembrar la esperanza en los sectores más desprotegidos de este México tan nuestro y tan desigual a la vez. Sus recorridos estuvieron todo el tiempo cargados de emotividad por esa natural empatía que encontró
con la gente de todas las clases sociales por la descarada corrupción de panistas y tricolores cuando ejercieron la Presidencia de la República.

Para decirlo más claro, quienes hicieron posible que alcanzara su ideal fueron sus propios adversarios, pero también esa congruencia que lo diferencio en principios y proyecto. Eso provocó que los sectores más empobrecidos se afiliaran a su movimiento, y ocurrió así porque mostró y demostró que entiende más que nadie los factores que originan la marginación, esa que durante muchos años de periplo le ayudó a construir el discurso que al cabo del tiempo fue más efectivo que el de todos sus adversarios juntos.

Mientras tricolores, panistas y perredistas siguieron siendo los mismos, con las mismas prácticas y los mismos grupos anquilosados en el poder, López Obrador incluía a los marginados y desechados de las otras fuerzas políticas hasta formar un grupo heterogéneo que le dio posibilidad de determinar quienes serian los
que con el recorrerían el camino. Eso explica la heterogeneidad de quienes finalmente componen su gabinete legal y ampliado, y lo disímbolo del origen de cada uno de ellos.

La esperanza de quienes votaron por él es amplia, y da señales claras de lo que vendrá en los siguientes años, porque si de algo podemos tener seguridad es que el tabasqueño no dejará de ser el principal activista de este país. Para decirlo más claro, mantendrá y sostendrá una Presidencia de la República itinerante y un activismo exaltado porque sabe que la desesperanza puede cundir de no existir resultados inmediatos. Pero tendrá que moderar la siembra del odio iniciada por muchos de sus correligionarios, porque las divisiones podrían tener efectos devastadores para el proyecto.

Andrés Manuel López Obrado tiene muy claro el país que quiere construir a partir de su llegada a la titularidad del poder público. Está en la cúspide de su carrera política y comenzará de inmediato. La simiente han sido todos esos años dedicados a decirle a la gente de todos los rincones del país lo que bien aprendió a decir para seguir manteniendo viva la llama de la esperanza y de la diferencia con los demás
hombres y mujeres dedicado al ejercicio de la política, el oficio que debiera por su naturaleza ser el más noble, aunque muchos la denigraron por su voracidad.

Hace mucho tiempo que en México no hemos tenido alguien a quien podamos llamar “estadista”, y es porque no todos tienen las condiciones para serlo. Benito Juárez se echo al hombro al país durante muchos años de periplo por todas sus regiones. Si alguien lo ha recorrido de cabo a rabo es Andrés Manuel López Obrador, pero distan mucho el uno del otro. La pregunta que me hago es si tendrá los tamaños para intentar emular su grandeza.

Al tiempo.