Estados Unidos: La vida de las víctimas y su valor casuístico

 

Pareciera entonces que las vidas humanas tienen diferente valor


Sobre los atentados que han tenido lugar recientemente en Estados Unidos hay que decir que tanto Stephan Padock, el perpetrador de la masacre en Las Vegas que tuvo como saldo 58 muertos, como Patrick Kelly, el responsable del ataque en Sutherland Springs Texas, que acabó con la vida de 26 personas, son estadounidenses anglosajones y protestantes, es decir, individuos que no sufrirían nunca de los delirios racistas de Donald Trump. Casi clones de John Wayne podríamos decir. Sin embargo, cuando el perpetrador es un migrante musulmán como fue el caso del autor del atentado en Nueva York, Sayfullo Saypov, que arrojó ocho víctimas fatales, Donald Trump arma un escándalo de esos muy suyos y culpa a quien haya dejado ingresar al país a estos indeseables individuos, los migrantes musulmanes, a su juicio necesariamente terroristas en potencia.

Pareciera entonces que las vidas humanas tienen diferente valor, y éste se establece en función de la circunstancia en la que se perdieron. Si un hombre, por ejemplo, murió víctima de un atentado perpetrado por un musulmán, la reacción del gobierno tiene que ser de enérgica condena y estar acompañada de acciones concretas con destinatarios específicos. Si ese mismo hombre perdió la vida por un atentado perpetrado por un aglosajón, la cosa cambia. ¡Ni modo! Es un caso de salud mental. ¡Qué triste! ¡Qué lamentable! ¡Nuestra oraciones están con los familiares de las víctimas! Y santísimo se acabó. Dice Donald Trump que, y lo cito textualmente: “Tenemos muchos problemas de salud mental en nuestro país” y la verdad es que tiene razón. La prueba de ello es que Trump ganó las elecciones y que a pesar de tanta inconsecuencia a lo largo de ya once meses, sigue siendo el presidente de Estados Unidos de América.

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