Falta la Noche de Reyes

 

Ya habitamos el 2018 o él nos habita


Y pues sí, ya habitamos el 2018, o él nos habita. Pasaron las felicitaciones navideñas, los buenos deseos para el Año Nuevo, el planteamiento de proyectos para una vida nueva: dejar de fumar, hacer ejercicio, controlar los gastos para que el dinero rinda, atender de otra manera los estudios, mejorar las relaciones de pareja, ser positivo, emprendedor, al mal tiempo buena cara… Nada de mexicanos al grito de guerra: nuestro ser pacífico se impone.

Y la nostalgia que ataca con una vieja canción de Fernando Rosas: La vida se nos va,/ las ilusiones pasan,/ como se va el dinero/ y la esperanza. Con todo, las calles son otras, cada quien vuelve a sus actividades, la ciudad es un ente vivo que requiere nuestra energía para vivir.

Esta ciudad a la que Efraín Huerta declaró su amor y su odio, donde nos cocinamos a fuego lento en el Metro y se expanden mil y un sentimientos en el microbús y las pecerdas y los microbios atestados en horas pico. Y bien que nos soportamos, aunque los malosos arriben y nos pongan la piel chinita al grito de: “Este es un asalto chido, saquen las carteras ya, los celulares, los relojes y no la hagan de tox o reciben sus pedradas de plomo”.

Año de elecciones en México, previsible guerra de estiércol; reconstrucción de la ciudad golpeada por el terremoto del 19/17, mina de oro para contrataciones y corruptelas; habrá que capotear las amenazas de Donald Trump, presidente de Estados Unidos: que si el muro, las presiones económicas, las deportaciones masivas; la guerra sucia contra el narco prosigue, carnicería con víctimas inocentes; el crimen organizado campea: asaltos, desapariciones, secuestros, extorsiones; corrupción gubernamental; indefensión de los trabajadores ante nuevas reglas de contratación para beneficio de la inversión extranjera, a costa de la depauperación, ya poco visible gracias a los trapos y zapatos de origen chino: úsense y tírense.

Se dice que los mexicanos tenemos enorme capacidad para resistir el oprobio, la rapiña, la injusticia, las desgracias. Que somos un pueblo agachón. Que lo que aquí sucede, en otros ámbitos derrumbaría gobiernos, imperios, fortunas.

“México es más grande que todas sus desgracias”, cacarean cínicos los responsables de muchas de ellas y sus beneficiarios. Y nuestro poeta Premio Nobel, Octavio Paz, sentenció: Nada soy yo,/ cuerpo que flota, luz, oleaje;/ todo es del viento/ y el viento es aire siempre de viaje.

En el festín de las elecciones los candidatos prometen el mejor de los mundos posibles: incremento del empleo, becas de todo tipo, apoyos a los adultos de la tercera edad, freno a la violencia contra las mujeres, incremento y mejora de los servicios de salud, infraestructura urbana y carretera, gobierno horizontal, beneficios para la familia, lucha frontal contra la corrupción, austeridad gubernamental, eficacia en el manejo de los recursos públicos, abasto para todos, educación de primer mundo, las fuerzas armadas garantizan la seguridad de cada mexicano, el desarrollo social a todos cobijará, el medio ambiente y los recursos naturales de la nación se preservarán, relaciones fraternas con los países hermanos, generación de energía limpia, preservemos flora y fauna…

Palabras que el viento se lleva y la desmemoriada colectividad sepulta para darse aunque sea un gustito: convivir con la familia, dar salida a la mexicana alegría, saquear tianguis, plazas y supermercados, y luego a la vuelta de tuerca de la cotidianidad que por ser tan diversa no deja de asombrarnos: somos el hormiguero que se despliega por todos los puntos cardinales, desde la madrugada hasta la medianoche, cuando los andenes quedan desiertos y en los paraderos de autobuses sólo las ratas corren entre los basureros.

Ya estamos en el 2018.

Pasó el recalentado, se cumplió la visita a familiares y amigos para esparcir a diestra y siniestra abrazos y buenos deseos. Nos echamos la chela caminera y vimos con alegría estos días en que puede uno viajar sentado en el transporte público, y disfrutamos las vialidades despejadas, incluso con chamacadas jugando una cascarita futbolera.

Imágenes inusitadas en la monstruópolis friolenta y neblinosa: comercios cerrados, familias enteras caminando en santa paz, sin prisa, destilando placidez apenas menguada por la caída del servicio de Whatsapp el último día del año, ¿y ahora cómo mandamos mensajes a la banda, al familiar que desde Gringolandia manda dolarucos?

En un mundo donde las amenazas a la paz se dan con los dimes y diretes de Corea del Norte y USA, la zona metropolitana del valle de México se dio una tregua en su cotidiano trajinar, cargó la pila y viene con todo ya, su castigada mano de obra desborda nuevamente calles, plazas, avenidas, transporte, comercios y oficinas; y eso que la burocracia y los escolares no se suman aún a la muchedumbre: falta la noche de los Reyes Magos, el chamaco que no se duerma temprano corre riesgo de quedar sin regalos, y cuidado con espiar porque se rompe el encanto…