Fardos

 

Cada día traerá mayores dificultades a los damnificados


Empieza la amarga realidad. Cada día traerá mayores dificultades a los damnificados quienes, pasado el efecto de los reflectores, deberán lidiar con burocracia, corrupción y deshumanización de la función pública en los tres niveles de gobierno. Los apoyos prometidos toparán con requisitos casi imposibles de cumplir y se irán diluyendo conforme pase el tiempo. Esto no es pesimismo gratuito, es resultado de haber visto, y escuchado, muchas veces lo mismo. Fue igualito en 1985, y ya ven. Las normas se violaron, las constructoras volvieron a imponer su ley, y se adueñó del escenario el actor central de la trama pública: la corrupción. Cual Marqués de Carabás del cuento de Perrault, se aparece en cada línea de la trama.

No hay para dónde hacerse. El Gobierno de la CDMX anunció el sábado pasado “la revisión a fondo de las normas de construcción en la capital”, se ajustará la Ley Inmobiliaria, la vigencia de las licencias de peritos y directores responsables de obra, se edificará “vivienda ligera” con materiales antisísmicos; la SEP comunicó la revocación de la autorización para impartir educación al colegio Rébsamen; el gobierno de Morelos aseguró “la distribución transparente de los donativos enviados a dicha entidad”, y así mil pozos tapados después del ahogamiento de muchos niños.

¿Por qué reaccionan hasta la macabra presencia del sismo? ¿Hace cuánto tiempo se sabían las irregularidades del Rébsamen, las tropelías de constructoras, muchas de ellas solapadas abiertamente desde las delegaciones? ¿Cuántas escuelas más, especialmente privadas, constituyen un riesgo para sus alumnos? ¿Cuántas otras presentaron documentos falsos o pagaron mordidas para solventar irregularidades? Ojalá nunca lo sepamos, pues por lo visto sólo las tragedias son reveladoras de verdades, aunque sea a medias.

Ineficiencia y corrupción son fardos muy pesados. Son resultado de haber trocado la honrada medianía juarista por los excesos indecentes.

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