Felicidad en un cono

 

Nadie va a negar que si hay un placer infinito es el que tenemos en el paladar cuando probamos un delicioso helado


Nadie va a negar que si hay un placer infinito es el que tenemos en el paladar cuando probamos un delicioso helado. Si encontramos uno que tenga ese justo equilibrio entre cremosidad, consistencia, azúcar y el sabor de nuestra preferencia, el helado puede llevarnos más allá del cielo en un abrir y cerrar de ojos.

Pues resulta que julio es el mes del helado, una celebración instituida por Ronald Reagan en 1984, cuando era presidente de Estados Unidos. Sí ya sé, pocas cosas tenemos que agradecerle a Ronald pero ésta sí que vale la pena.

Y es que resulta que este mes hay muchas promociones en lugares deliciosos y de gran tradición heladera tanto en el vecino país del norte como en la Ciudad de México. Pero vayamos un poco a la historia de éste que es uno de los postres más sanos y deliciosos que existen.

Su origen se encuentra en China, donde hace algunos milenios la gente mezclaba la nieve de las montañas con frutas. También se sabe que en el califato de Bagdad se acostumbraba tomar esta preparación, denominada sharbets.

No obstante, fue Marco Polo quien introdujo a Europa estas fórmulas que aprendió en sus viajes, que en ese momento era muy difícil preparar. Más adelante se descubrieron los helados de leche durante el reinado de Carlos I de Inglaterra, cuando un cocinero francés mezcló los jugos de fruta con leche.

Aunque este postre se volvió popular gracias a los heladeros ambulantes italianos en los años 1600, fue hasta 1846 que Nancy Johnson inventó la primera heladora automática y, cinco años más tarde, comenzó su producción industrial en Boston.

Dos cosas vienen a mi memoria culinaria cada vez que pienso en Italia, y no, ninguna tiene relación con pizza o pasta. La primera es el café pues fue allá, en las agitadas barras de café de Roma donde aprendí lo que era un verdadero espresso bien hecho y la segunda, es el helado.

Desde mi primer viaje a la capital italiana —allá por 1998— probé sus famosos helados, gelatti, como ellos lo dicen en italiano. Algo casi obligado después de las enormes comilonas que uno suele dar en ese país, es tomar un café como digestivo, y es como un shot, y luego comprar un helado para ese huequito que se hizo con el golpe del café. Así, una bomba, cafeína y azúcar en una amorosa fusión, el auténtico matrimonio a la italiana.

Si bien los mejores helados de mi vida los he comido en Italia, lo cierto es que igual que los mercados, las heladerías son casi una parada obligada en cualquier ciudad que piso. Así que mi propia ciudad no puede ser la excepción.

Mis helados favoritos en ciudad de México eran hasta hace poco los tradicionales y legendarios Roxy, que en realidad son nieves, no helados.

Sin embargo, en últimas fechas, varios emprendedores han decidido revolucionar la oferta heladera en la capital mexicana y algunos han superado varios límites incluso de la física.

Uno de ellos es Helado Oscuro que, desde hace siete años decidió experimentar con dos cosas que nos fascinan a los mexicanos: los helados y el alcohol. Romy Gutman, su fundadora, me contó que los primeros retos fueron vinculados a la física porque el alcohol no se congela entonces ¿cómo hacemos helados con alcohol?

Bueno pues haciendo un montón de pruebas para encontrar la fórmula exacta, misma que obviamente Romy no iba a revelarme.

Y otros emprendedores innovadores han sido los de La Pantera Fresca quienes apostaron por nuestra nostalgia y nos venden un conejo en la luna, es decir una paleta de rompope que por dentro tiene un conejo de chocolate de esos que nuestra mamá nos llevaba de regalo después de un día de larga ausencia. También tienen paletas de gansito para los que crecimos con ese pastelito en nuestras loncheras aunque en cuanto a sabor sigo prefiriendo las opciones de Kinder Delice o las de Ferrero.

Soy una eterna viajera, hedonista por naturaleza, y si en los viajes los pecados parecen ser parte del itinerario, jamás voy a quitar de la lista deleitarme con un buen helado, sea el mes que sea.

Porque el dinero no compra la felicidad pero puede comprar helado… ¿es casi lo mismo no?