¡Focos rojos!

 

Al presidente Peña le quedan exactamente dos años para cambiar la imagen de su gobierno


Faltan exactamente dos años para la elección presidencial y en función del revés sufrido por Enrique Peña y su partido, o desde la propia oficina del mandatario se inicia un relanzamiento a todo vapor de su gobierno para recuperar imagen, o los priístas se resignan no sólo a entregar otra vez el gobierno en 2018, sino también a enfrentar la cacería de brujas que no encabezó Vicente Fox, pero ahora incluso apuntando contra su líder: Enrique Peña, ya como expresidente.

Si la derrota priísta del 5 de junio pasado fue definida por el voto de castigo contra la imagen de corrupción de los gobernadores de Veracruz, Quintana Roo y Chihuahua, combinada con la inocultable caída de la popularidad del presidente Peña, a menos que algo modifique las percepciones negativas sobre el Gobierno Federal, el voto en los comicios de 2018 estará orientado por la misma variable, y con los mismos beneficiarios del domingo pasado: los candidatos del PAN.

Al interior de Acción Nacional, el sorpresivo e inesperado triunfo colocó en un lugar inmejorable al más antipeñista de los panistas: Ricardo Anaya.
Justo por esa característica, el empoderamiento del queretano dentro del PAN y su nueva condición de precandidato real, tampoco constituyen buenas noticias para el presidente Peña.

Con la claridad con que Miguel Ángel Yunes, Carlos Joaquín y Javier Corral han expresado que el resultado en las elecciones es un mandato para enjuiciar y enviar a la cárcel a sus predecesores, es difícil pensar en que al menos Javier Duarte de Ochoa y César Horacio Duarte Jaquez, no enfrenten procesos penales desde la cárcel. Los panistas parecen haber aprendido la lección y están dispuestos a darle a la gente lo que quiere: cárcel para los exgobernadores.

El antecedente de exgobernadores procesados y la corrupción como eje de las elecciones por encima de la economía, la inseguridad o el desempleo, convierten a la alternancia en 2018, con un panista como Anaya, en una señal de alarma para el PRI y el presidente.

Hay quienes aseguran que el sexenio peñista se acabó desde Ayotzinapa y el 5 de junio de 2016 es apenas un primer aviso de lo que vendrá en 2018. Pero en política el fatalismo es siempre una mala apuesta porque nada está escrito. Al presidente Peña le quedan exactamente dos años para cambiar la imagen de su gobierno. Reformas estructurales, encarcelamiento de Andrés Granier y defenestracion de Elba Esther Gordillo, ya no son activos útiles para reposicionarse. Necesita éxitos nuevos, apuestas nuevas y, sobre todo, una estrategia de comunicación política efectiva que hasta hoy, simplemente no ha tenido.