Gobierno de fantasía

 

No debería asombrarnos que una de las estrategias del actual gobierno sea la de vendernos ilusiones


La verdad es fría. Los hechos reales no son cómodos de digerir. Las personas más odiadas son aquéllas que dicen la verdad. Los gobernantes saben eso y por ello se dedican a generar fantasías. Primero en los electores por medio de sus campañas políticas y luego en sus gobernados, a partir de estadísticas y encuestas a modo sobre el éxito de sus políticas públicas.

Esa es una de las causas por las cuales hay muchos sufragantes que, elección tras elección, siguen votando por los candidatos del mismo partido, pese a que los resultados obtenidos distan mucho de ser los ofrecidos. Se genera una adicción a las ilusiones ofrecidas y automáticamente una aversión a aquéllos que quieren eliminar el velo fantasioso.

No debería asombrarnos que una de las estrategias del actual gobierno sea la de vendernos ilusiones: lo mismo nos dice que hay menos pobres, mayor seguridad y menos índices delictivos, que construye hermosos escenarios para un evento público, que desmonta al día siguiente. El principal instrumento para dicha estrategia es el control de los medios masivos de comunicación. Particularmente de la televisión.

Pero hay mecanismos alternos más eficientes que desnudan y ponen en evidencia la farsa. Las redes sociales exponen lastimosamente la realidad. Lamentablemente no se va más allá de eso. A lo más que se llega es a la sorna y a la risa. Mañana se seguirá votando por esos profesionales de la fantasía.

El reto, entonces, es que tales fantasías sean renovadas periódicamente y sigan generando ilusiones en sus seguidores. El fracaso en ello traerá como consecuencia la derrota de cualquier gobierno o la elevación de los costos de éste al sustituir la fantasía por bayonetas y balas. ¡Pobre México, no se merece ni lo uno ni lo otro!