Había una vez… una Constitución

 

Cada 5 de febrero, el Senado se vestía de luces


Cada 5 de febrero, aniversario de la promulgación de la Constitución de 1917, el Senado se vestía de luces, los legisladores, acompañados por su pares de la Cámara de Diputados, se trasladaban a la ciudad de Querétaro, donde alquilaban el viejo Teatro de la República.

Allí se realizaba una ceremonia no carente de cierta nobleza criolla. En el proscenio engalanado como en las mejores funciones, los líderes legislativos, el presidente de la República, el presidente de la Suprema Corte.

Abajo, en las primeras filas, los prohombres: Fidel Velázquez notoriamente, así como sus satélites de los sindicatos menores. Los empresarios, que se sumaban a la pachanga y una multitud de chupópteros que giraban en torno a los políticos, gente sin oficio ni beneficio siempre a disposición de quien los quisiera ocupar para que le compraran una cajetilla de cigarros, le consiguiera un refresco o le diera un recadito escrito a determinada dama.

Era el día de días y nunca se pensó en ese recinto más que como escenario celebratorio anual. Era parte de la historia antes sagrada del país. Y por ello se decidió comprarlo, cuando los propietarios se cansaron de mantener un edificio prácticamente inútil.

Se invirtieron cien millones de pesos y se pensó en lo magnífico que debería ser la recordación del centenario constitucional este 5 de febrero de 2017. Pero nos atropelló una crisis que no afectó a los altos salarios nacionales que vieron aumentadas sus percepciónes de fin de año con estímulos y gratificación mayor a la acostumbrada.

Tales beneficios no fueron extensibles a algo tan poco lucidor como el centenario. Y ante la necesidad de ocupar medio millón de pesos en transportes, comidas, algunos pocos alojamientos, traslado de militares, de fuerzas federales, los senadores el gasto porque “el país no está para fiestecitas”.

Decisión de quienes llevan en el cerebro una registradora antigua, de esas de teclas, y piensan en centavitos porque dicen con cierta razón, que los cuidan porque los pesos se cuidan solos. Y sería cierto si consideraran que la inversión de cien millones de pesos está totalmente perdida al no encontrarse utilidad para el Teatro de la República.

Ahora cuentan con abrir una oficina especial para el cuidado del recinto y encontrarle uso, pero descartan museo.

Finalmente olvidarán, ante los costos de inmuebles como la sede senatorial, la estela de luz y otras tonterías indefendibles… total, sólo son cien millones.

En la foto, hace cien año durante la promulgación de nuestra carta fundamental.