¿Hacia dónde va la cuarta transformación?

 

No la tiene fácil el señor López Obrador porque un país no cambia de la noche a la mañana


Andrés Manuel López Obrador es un hombre prolífico en ideas, y aunque algunas de ellas resulten absurdas para la situación actual y la realidad que estamos viviendo los mexicanos, muchos sectores poblacionales anhelan ese cambio que tanto se nos ofrece cada vez que tenemos elecciones, y que hasta ahora no hemos alcanzado a causa de la ineficiencia gubernamental, el engaño de quienes nos han gobernado, la galopante corrupción que se presenta en todos lados, y las pocas ganas que tiene la clase política por transformar la mística gubernamental.

Para decirlo más claro, la desesperanza en la mayor parte de los sectores sociales del país fue lo que detonó la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República, y con ello la palabra “cambio” se convirtió en la parte central de la mayoría de las propuestas de campaña que los candidatos utilizaron para llamar la atención del electorado, aunque también hay que señalar que, al cabo del tiempo, su significado se transformó en una brutal decepción.

Ese es el reto principal del ahora presidente electo, recuperar la credibilidad de la gente en sus gobernantes, y aunque hasta ahora ha sorprendido por la forma en que concibe el adelgazamiento del aparato burocrático y la eficiencia territorial de las distintas dependencias del Gobierno Federal, la percepción generalizada es que pudiera ser un cambio más para que todo siga igual, con el aderezo de que el adelgazamiento del aparato burocrático pudiera propiciar paralelamente una crisis de desempleados.

Mucho se ha referido el señor López a la cuarta transformación, y lo previsible es que cuente con un plan preconcebido para alcanzarla porque, de lo contrario –y con esas medidas cosméticas que hasta ahora se han presentado ante la opinión pública–, las cosas cambiarán definitivamente para seguir igual. Y eso es precisamente lo que los mexicanos no queremos, que alguien llegue a sustituir las cosas para seguir en la misma circunstancia, pero con protagonistas distintos.

No la tiene fácil el señor López Obrador porque un país no cambia de la noche a la mañana, y mucho menos cuando tiene a la mitad de la población en niveles de pobreza y a la tercera parte en pobreza extrema. Y no cambiará simplemente porque se tengan que distribuir las dependencias gubernamentales por todo el territorio patrio; por el contrario, esa medida se percibe más como una ocurrencia que como un proyecto viable de reconversión administrativa y gubernamental.

Que bueno que tendremos una cuarta transformación, que bueno que alcanzamos una nueva alternancia en el poder público, que bueno que nuestro sistema democrático nos permite esas y muchas otras cosas más; pero la transformación del país no se logra con una simple reingeniería del sistema burocrático, sino con proyectos y programas de alto impacto social viables, sostenibles y productivos. Al tiempo.