Hasta el último aliento…

 

La urgencia por aprovechar los estertores del sexenio, ha impulsado a un indeterminado número de funcionarios a activarse y a echar a andar obras que si algunas eran necesarias, otras parecen más bien ligadas a la necesaria justificación de un presupuesto no ejercido. De acuerdo con la información oficial, se han cancelado poco menos de […]


La urgencia por aprovechar los estertores del sexenio, ha impulsado a un indeterminado número de funcionarios a activarse y a echar a andar obras que si algunas eran necesarias, otras parecen más bien ligadas a la necesaria justificación de un presupuesto no ejercido.

De acuerdo con la información oficial, se han cancelado poco menos de un centenar de obras programadas que consideran desde las muy indispensables como la ampliación de captación de agua, tema de moda, como los trenes rápidos en Yucatán, Querétaro, Estado de México, además de distintas ampliaciones y construcciones de caminos.

Hay casos notorios o preferentes como sería la reparación de la carretera de paga a Puebla. Se trata de una vía que eternamente está en obra, se le atiende y se le mantiene y nadie podría sostener que presentaba riesgos para los conductores. Los normales, desde luego.

Primero fue la ampliación en la salida—llegada de la Ciudad de México. Una obra magnífica y de hecho excesiva para lo que se pretendía: agilitar la circulación y desfogar el tránsito de vehículos pesados y de los miles de autobuses de pasajeros.

Hasta allí bien. Hubo obras intermedias para corregir el peralte de un par de curvas y mejorar el piso de circulación en varios tramos.

Los futuros responsables de los caminos de cuota, salvo la opinión de OHL, sus satélites hispanos y de Higa, otro de los grandes propietarios de lo que por ley debería ser propiedad de la nación, de todos los mexicanos y por ende de uso libre como marca la Carta Fundamental, recibirían una carretera sin pena alguna.

Pero algo pasó. Se decidió reparar la carpeta asfáltica en un tramo que cubre varias decenas de kilómetros. No se trata de parches sino de una nueva autopista con base de, aparentemente, concreto.

Un par de monstruosas máquinas que ocupan los tres carriles de ida, van trazando el camino. Espectacular el asunto, incomprensible y seguramente mucho más que costoso.

Estos trabajos estaban a cargo décadas atrás de los trabajadores la Dirección Nacional de Caminos. Un monumento a la salida a Cuernavaca rinde homenaje a este orgulloso gremio, hoy desaparecido en manos de empresarios ambiciosos y contratos desaforados.

Lo qué pasa en la súper a Puebla se repite en otros lados por la imprescindible conveniencia de gastar el presupuesto. Es el último aliento del sexenio; los que se van no tendrán nueva oportunidad.

Así que “a gastar, que el sexenio se va a acabar”, se escucha el coro…