Cruzada de la hipocresía

 

La Iglesia Católica de hoy no tiene la capacidad de definir el sentido de las elecciones en México


Naturalmente, muchos están lucrando políticamente con los resultados electorales del 5 de junio. Pero si hay alguien que lo hace fuera de la arena partidista con éxito mediático inusitado, es la Iglesia católica.

El ala más conservadora de la jerarquía eclesiástica, justo la que resultó notoriamente marginada de la visita del Papa Francisco a México, hoy se presenta como la orquestadora de una “exitosa” campaña proselitista llamando al voto de castigo contra el PRI, motivada por la decision del presidente Peña Nieto, de promover el reconocimento constitucional de los matrimonios entre homosexuales.

El semanario Desde la Fe, su editor, el sacerdote Hugo Valdemar, y su jefe, el cardenal Norberto Rivera Carrera, se vuelven a disfrazar de conspiradores y se presentan hoy como los autores intelectuales y operadores materiales de la paliza electoral al PRI y de la severa derrota política infligida al presidente Peña.

Valdemar y otros que hablan desde las sombras a nombre de congregaciones religiosas como La Compañía de Jesús, no sólo reconocen que hubo llamado al voto de castigo desde el púlpito, también aseguran que 2016 es el principio de lo que viene y en los siguientes años la cruzada de la hipocresía y la discriminación que impulsan tendrá nuevos y más impactantes episodios. Es decir, las huestes del ultraconservador cardenal Rivera Carrera anuncian, desde hoy, que hicieron y harán proselitismo por la alternancia y contra el PRIGobierno peñanietista, porque con la iniciativa pro matrimonio gay, se consideran traicionados.

En los hechos, el proselitismo eclesiástico existió y violó la ley con independencia de que la conducta se denuncie formalmente y se investigue, cosa que no ocurrirá. Pero ni se trató de una operación concertada y encabezada por el grupo de Norberto Rivera, quien hoy se adjudica su paternidad, ni tampoco tiene origen en las oficinas del Papa Bergoglio, en Roma.

Si la Iglesia Católica tuviera el poder de manipular el voto desde el púlpito al nivel suficiente para provocar la alternancia en siete entidades federativas, habría provocado que el PRI perdiera ante el PAN las 12 gubernaturas disputadas. De hecho, si las sotanas tuvieran ese poder político hoy, el PRI no sólo no habría recuperado la Presidencia en 2012, la habría perdido mucho antes del año 2000. Sería equivocado afirmar que la Iglesia no tiene influencia y que su proselitismo no existió o no contó el 5 de junio. En una entidad en particular, Aguascalientes, el llamado a votar contra el PRI pudo haber definido su derrota, pero no tanto por el peso específico de la homilía, como por lo cerrado de esa elección.

Con independencia de las convicciones personales, morales y religiosas de cada persona, la iniciativa a favor de reconocer legalmente los matrimonios gay es un proyecto que rechaza la discriminación y promueve la tolerancia. Quienes la combaten o la critican se colocan del lado de la discriminación.

Los católicos mexicanos de hoy no son tan intolerantes, ni son tantos en números relativos, como los de mediados o principios del siglo pasado. La Iglesia Católica de hoy, con todo su poder e influencia, no tiene la capacidad de definir el sentido de las elecciones en México.

Por eso, promover que lo hicieron y que lo volverán a hacer en 2018, es la mayor venta de “aire enlatado” que Norberto Rivera y Hugo Valdemar pueden hacer hoy, que están a la baja en Roma. Y esa venta es aún más exitosa porque entre los mexicanos y entre los políticos mexicanos siempre habrá teóricos de la conspiración que compren esas “latas de aire”.