Helioflores: crítico de la sinrazón pura

 

Recibirá el Premio Gabriel Vargas de Caricatura


Tenemos pendiente un café con el caricaturista Helio Flores, que tomaremos cuando arribe de Xalapa –donde radica– a la Ciudad de México, donde colabora cotidianamente en el diario El Universal; su cartón es el certero termómetro con el que mide el calor, la pestilente chamusquina que emana del quehacer político nacional, cuyas acciones afectan la vida de millones de mexicanos.

Este miércoles a las 17 horas Helioflores (como se firma) recibirá el Premio Gabriel Vargas de Caricatura otorgado por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México y el Museo del Estanquillo, el cual fue establecido para destacar la labor de los moneros y caricaturistas que han tenido una notable trayectoria en el país. Juntos, Helioflores, Rius y Naranjo impulsaron la conciencia crítica que atenta a la vida de la polis y al acontecer internacional; no deja títere abusivo con cabeza. Concibieron la revista cómico satírica La garrapata, cuyo lema fue “el azote de los bueyes”:

–El viernes 8 de noviembre de 1968, cuando la ciudad aún respiraba la sangre esparcida en la Plaza de las Tres Culturas, apareció en diversos kioscos una revista que iba a conmocionar y a convertirse en punto de partida de la libertad de expresión: La Garrapata. El azote de los bueyes, “catorcenario de humor y malas mañas” – anotó en su blog el historiador Agustín Sánchez González y luego, en un ensayo a propósito del cumpleaños 79 del caricaturista, señaló:

“Su retrato del absurdo, sus trazos de la tragicomedia mexicana, su imagen de la desproporción política y social, conforman la obra maestra que Helioflores nos ha legado para siempre y lo han convertido, hoy por hoy, en el más importante caricaturista mexicano, un autor fundamental para entender lo que somos”.

Tres épocas tuvo en la revista y siempre se mantuvo fiel a la crítica, destacando los actos que afectaban el desarrollo de la democracia mexicana. En ella se popularizó un personaje inolvidable: El Hombre de Negro, enigmático ser que hacía del absurdo el tema de su existencia; fue de las escasas publicaciones que ejercieron la libertad expresión contra viento y marea, resistiendo el acoso, manteniendo la frescura, irradiando la necesidad de espacios donde los temas nacionales tuvieron cabida mediante la caricatura y el humor.

En dicha publicación tuvieron oportunidad, durante los 80, los moneros procedentes de Guadalajara –entonces imberbes– Gis, Falcón y Trino: sentados en el banco de dibujante, sus pies no alcanzaban a tocar el suelo. Por ahí pasó Efrén, también el desaforado humor negro e irreverente del yucateco Dzib y los cartones surreales del ya fallecido Ahumada.

Helioflores nació el 8 de octubre de 1938 en Xalapa, Veracruz. Estudió arquitectura en la Universidad Veracruzana. De 1966 a 1967 vivió en Nueva York y estudió en The School of Visual Arts. Se inició como caricaturista en La Gallina y en El Diario de Xalapa, en 1959. De entonces a la fecha no para.

En la revista “para caballeros” Su otro yo participaba ilustrando cuentos de autores latinoamericanos; un buen día me dijo que planeaban lanzar una tercera época de La garrapata y me invitó a participar.

Además de Rius y Naranjo, se incorporaron a la Dirección el periodista Antonio Caram y el monero Efrén. El acoso de la Secretaría de Gobernación era frecuente: a Rius lo acusaban de pornógrafo por incluir vello púbico a sus monos, y a mí de distorsionar el lenguaje por el empleo del caló tepitenezatexcocano en mi columna “Borracho no vale”, que devino en libro editado por Plaza & Valdés.

Su otro yo, ubicada al igual que El Universal, en la calle de Bucareli, permitía que en cuanto Helio entregaba su cartón nos fuéramos a la cafetería del Hotel Ambassadeur, ubicado en la calle de Humboldt, muchas veces en compañía de Fito, creador del inolvidable “Ficcionario” en La garrapata. Autoexiliado a la Universidad de Sonora (1983- 1985), propuse a Helio una exposición de sus cartones en la biblioteca Emiliana de Zubeldía y allá fue a la inauguración en las áridas regiones de la América del Norte.

Posteriormente me incorporé como colaborador en el diario Unomásuno; y Huberto Batis publicó la entrevista que hice a Helio en julio de 1986, año en que obtuvo el Premio Nacional de Periodismo y público el libro para niños Aventuras extravagantes del infante Patatús, al que sumó Viacrisis; Un sexenio inolvidable y Tiempo imaginario, entre otros volúmenes.

En este género mayor que es la caricatura, Helioflores –con sencillez, humor, enorme calidad artística, claridad y, sobre todo, enorme honestidad– es faro que ilumina ahí donde el poder omnímodo y corrupto genera tinieblas: crímenes, hurtos al erario, violencia sin fin, impunidad, despojos a los pueblos indígenas y un largo etcétera que parece no tener fin. Sus trazos implacables aciertan, desentrañan el orden del discurso oficial, desentrañan acciones que se enmascaran para el bien común y devienen en fortunas para servidores públicos que trabajan para su personal cuenta. No en vano se le considera entre los diez mejores caricaturistas en el mundo. ¡Enhorabuena, Maestro!