Historia de una tragedia anunciada

Vladimir Galeana Publicado el
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Bien dicen que tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe, y eso fue lo que ocurrió con la brutal tragedia que ocurrió en Tlahuelilpan, Hidalgo, con la muerte de setenta y nueve hombres y mujeres que hasta ahora se llevan contabilizados, pero lo previsible es que la cifra siga subiendo porque hay muchos más que permanecen en estado de suma gravedad. A través de las imágenes recogidas por algunos medios de comunicación, los mexicanos de todas las latitudes hemos sido testigos de la forma en que ocurrió la catástrofe, y las brutales consecuencias de un acto de imprudencia.

La rotura de uno de los ductos de la hasta ahora cuestionada petrolera del país ocasionó que la gente de los alrededores acudieran en tropel para hacerse de algunos litros de combustible en diversos objetos plásticos sin medir consecuencias. Por desgracia esos innumerables lugareños que festinaban la abundante forma en que era expulsado el combustible del ducto a causa de la presión que desde la planta se genera para que pueda llegar a su destino, nunca imaginaron lo que ocurriría en los siguientes minutos.

Bastó una chispa para que el lugar se convirtiera en la antesala del infierno y los peor fueron las espantosas imágenes y grotescos alaridos y lamentos de hombres y mujeres convertidos en teas humanas que corrían a ciegas por el dolor causado por el combustible que había mojado sus ropas convirtiendo el Momento en una de las más dolorosas tragedias que registre la historia de este país. El infernal momento no será olvidado nunca, y desde luego que marcará para siempre al gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Hasta ahora se desconoce cuál fue la causa de la grieta que expulsaba el combustible a decenas de metros de altura, y ese rocío fue el que se impregnó en las ropas de quienes ansiaban hacerse de una buena cantidad del líquido quizá para paliar momentáneamente su pobreza. Como siempre, quienes mayormente se convierten en protagonistas de las desgracias son aquellos que se insertan entre las clases menesterosas, aquellos a los que los integrantes del actual gobierno han calificado simplemente como “”los que menos tienen”.

Aunque no se quiera aceptar la tragedia encuentra origen en esa práctica que se ha generalizado para hurtar combustible, y que se ha denominado huachicoleo. Delito que le ha servido al Presidente Andrés Manuel López Obrador para justificar las medidas que ha venido implementando para desviar la atención del inicio de las acciones para la instrumentación de un cambio de régimen, y la primera gran medida es confeccionar una Guardia Nacional al más puro estilo de los regímenes populistas del cono sur del Continente.

No sé si el Presidente de la República haya reparado en que los mexicanos no nos parecemos a los sudamericanos más que en origen y raza, pero nunca en circunstancia. Y aunque muchos hablen de nuestra universalidad indígena y la hermandad que hemos construido con los demás países del hemisferio, hay que señalar que México no es Venezuela, ni el Ejército Mexicano tiene elementos sátrapas en los mandos. Por lo pronto ya hubo una expresión de un grupo de soldados que no está de acuerdo con que la fuerza militar pueda ser utilizada para agredir al pueblo, lo que para muchos sería otra tragedia anunciada. Muchas cosas inéditas veremos en las siguientes semanas. Al tiempo.

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