Hojalatero y politólogo de barrio

 

El Paisa no es politólogo, ni le simpatizan aquellos que como tales, en la radio, prensa y tele, quieren desmenuzar la situación nacional para que el auditorio les compre su versión


Con el Paisa, de nombre Gabino Estrella, han discutido de política en amistosos términos. No oculta sus pasiones y las ha revertido si considera que el partido que le prometía nuevos horizontes claudicó o se camaleonizó para hacerse de prerrogativas ajenas a las de sus seguidores.

Ahora es morenista de hueso colorado, aunque dice tener claridad:

López Obrador ha jalado con muchos con los que me daría pena que me vieran. Pero a él no. Como político, debe capotear a Dios y al Diablo y cuidarse que ninguno lo apañe de tiempo completo. Hasta ahorita es honrado, o parece serlo. Ojalá también sea bueno para pilotar el barco Gabino es hojalatero. Su familia emigró de Apatzingán, Michoacán, en busca de nuevos horizontes. Así cayeron en Neza, allá por los años 60 del siglo pasado y han contribuido a su desarrollo.

Ha remendado infinidad de carcachas en el vecindario, y chamba no le falta: siempre habrá una abolladura, un raspón, una salpicadera que resanar y pintar.

Aprendió el oficio en la calle. Encontró hembra placentera y tuvieron tres hijos a los que pudieron dar escuela. Ella, Eréndira, le echa la mano hasta la fecha, vendiendo tacos y sopes por las noches de los fines de semana. Imposible sustraerse al aroma del suadero con chorizo y cebollines, viernes o sábado.

Gabino y Eréndira son de los que contribuyeron a atestar el Estadio Azteca el miércoles pasado, y aun así no ve va con la finta del canto de las sirenas:

“Paisa: para mí todos los políticos son actores, y el Peje lleva muchos años en la escuela: aprendió bien y tiene palabras para todos: puede ser Chabelo, Pedro Infante, Sara García, Libertad Lamarque, Arturo de Córdoba, Miguel Inclán, Marga López o María Félix o hasta El Chavo del Ocho. Tiene repertorio para cada público. Pero luego de la actuación tendrá que gobernar. Y va con muchos que lo acorralarán para que los deje mordisquear el pastel. No la tiene fácil y le cumple a todos o entre todos lo crucificamos”.

Ahora el Paisa tiene claro una cosa:

–No estamos organizados. Cuando necesite apoyo de quienes estuvieron convencidos para darle su voto, tendrá que fomentar nuevas maneras, otras formas de organización de la gente o se lo carga el payaso. Sabemos que no es Salvador Allende, pero las manadas de chacales que se le irán encima son peores que los que tumbaron al doctor en Chile. Todos tendremos que estar a las vivas para que el hombre pueda hacer alguno de sus sueños y beneficie a todos.

El Paisa no es politólogo, ni le simpatizan aquellos que como tales, en la radio, prensa y tele, quieren desmenuzar la situación nacional para que el auditorio les compre su versión:

–Son la voz de cualquiera, menos de la gente común. Y no es fácil descifrar lo que nos pasa como país. Pero tenemos que esforzarnos para entender, pues nosotros pagamos las consecuencias de una buena o mala administración. Eso que ni qué. En cada barrio, los que vivimos las peores situaciones tenemos que organizarnos para que no vuelvan a suceder. Con Peña Nieto llegamos al hartazgo de corrupción. No tienen llenadera. Y en apariencia no pasa nada. Ni contra el narco. Si no inventamos la solución nosotros, ¿quién, pues?

Desde el zaguán de su vivienda, que comparte con sus cuñados y suegra, Eréndira prepara los ingredientes para los pambazos enchilados en salsa de chile guajillo, tacos y quesadillas. Tortea la masa y da forma a las primeras tortillas; el comal está en su punto y algunos de sus habituales clientes aguardan.

Con pápalo, salsa verde y un chesco, pasarán bocado. Un tentempié antes de llegar a casa y cenar.

Un par de vecinas hacen su pedido y se encaminan a la panadería y al puesto de tamales : “No tardamos, Erén: llegó el viejo y quiere cenar. No tardamos…”

Gabino Estrella no comulga con piedras de molino:

–Jodidos siempre hemos estado, Paisa. En Michoacán y aquí. Unos más que otros, pero siempre a la gente nos han chingado, porque no tenemos organización para defendernos. Y a los del poder no les conviene. Cuando están sin él nos usan como carne de cañón para tomarlo. Luego, se olvidan de la organización. Incluso la impiden. ¿Te acuerdas cuando nos oganizamos para pavimentar la calle?

Lo logramos y nadie volvimos a reunirnos. Nomás cuando traemos la piedra en el zapato buscamos sacudirlo; luego ya nos vale. Todo queremos que lo hagan nuestros representantes, que cuando se hacen del poder nomás se representan a ellos mismos. Ojalá me equivoque esta vez, paisano: podemos entonces hacer cosas chingonas, como dijo el Chicharito. Pero sin descuidar la portería. Eso pienso yo.

–Piensas bien, Paisa. Lástima que ya no creamos tantas promesas. Si la mula no era arisca…

–A palos nos hicieron, Paisa. Pero no tenemos de otra: o le ponemos fe a la vida o nos sentamos a llorar.

¿Y quién llevará el gasto a la casa? La realidad no perdona: o te aplicas o te arrastra. Hay que darle a la chamba. Si para eso nacimos. Con que no falte ya es ganancia, ¿qué no?

–Que no falte y estamos del otro lado. Nos vemos mañana; ya descansa, que ricos no nos vamos a hacer. Sé feliz, Paisa. Hasta mañana, Erén…