De Reagan a Donald Trump Santa Anna como metáfora

 

La política es la construcción de un consenso, si se basa en la historia sería mejor porque la ambición de poder no garantiza las lealtades


La figura de Antonio López de Santa Anna puede ilustrar la metáfora de la historia nacional: once veces presidente de la República, responsable de la pérdida de la mitad del territorio en 1848 y en 1853 y a pesar de ello indispensable para una república federal que nunca fue república ni federal. Su derrocamiento en 1855 inició la Reforma juarista.

En los hechos, México se forjó en la dialéctica histórica –concepto de Juan María Alponte en su libro Dialéctica Histórica, México-Estados Unidos y América Latina, editado por la Universidad de Guadalajara– con el expansionismo imperial de su vecino estadounidense; peor aún, el politólogo Arthur M. Schlesinger –asesor de John F. Kennedy– afirma que Estados Unidos se hizo imperialista en la conquista de territorio mexicano.

La primera mitad del siglo XIX y de cara al expansionismo estadounidense como cumplimiento del destino manifiesto, México vivió al amparo de Santa Anna, la figura que sintetizó las contradicciones de las élites nacionales del periodo 1810-1855: debatido el país en un federalismo imposible que había reconocido como maldición la profecía del padre Mier como diputado constituyente de 1824 y metido al centralismo 1836-1846 y 1853-1855 hasta que la élite liberal entró en acción contra Santa Anna, lo derrocó y convocó a la Constitución de 1857.

La personalidad de Santa Anna dominó el largo periodo 1823-1855, del Plan de Casa Mata que destronó al emperador Agustín I –que él había consolidado como consumidor de la Independencia– a la revolución de Ayutla que lo echó del poder definitivamente.

Como líder nacional le tocó la larga guerra con el expansionismo de EU. Santa Anna fue el responsable directo del fracaso militar ante Washington, pero aun así era llamado a gobernar un país caótico.

El expansionismo imperial de EU se reveló bien pronto: el 2 de diciembre de 1823 se hizo pública la Doctrina Monroe, apenas consolidada la independencia de España de los países iberoamericanos y ante las intenciones de la corona en Madrid de venir a recuperar lo perdido; “cualquier intervención de un poder europeo será considerada como una proposición inamistosa para Estados Unidos”; así quedó el apotegma: América para los americanos, y por encima de los americanos, Estados Unidos como América, Estados Unidos de América.

En 1825 arribó a México Joel Robert Poinsett como ministro diplomático con la tarea fundamental de iniciar el proceso de ocupación; en 1825 ascendió a embajador ante el primer gobierno legal de Vicente Guerrero. Poinsett fue “un combatiente” de la causa del expansionismo estadounidense, recuerda Alponte, su tarea fue minar a México desde dentro: “dividir al país, acelerar sus contradicciones, impedir el consenso y ampliar las tensiones internas”. Poinsett diseñó la propuesta de comprar Texas.

Santa Anna fue el tonto útil de Poinsett. Pero al final resultó producto de una sociedad mexicana en su momento histórico. La responsabilidad es de las sociedades que avalan a los gobernantes.

The White House 2016: rumbo al primer debate presidencial el lunes 22 de septiembre que definirá posicionamientos reales y marcará la recta final, Hillary Clinton ha perdido el espacio para definir su agenda de propuestas y se le aparecen los fantasmas del pasado. A ello se ha agregado el tema de sus enfermedades. El involucramiento de Bill Clinton y de Barack Obama para resucitarla indica la posibilidad de la derrota.

Política para dummies: La política es la construcción de un consenso, si se basa en la historia sería mejor porque la ambición de poder no garantiza las lealtades.

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