Inmigrantes vs habitantes

 

Si bien dice el dicho que el muerto y el arrimado a los tres días apestan, las columnas de centroamericanos que ya han llegado hasta Tijuana y como estatuas de sal, esperan atrás del muro a que los reciba Estados Unidos, se han convertido ya en el hartazgo de los habitantes de esa ciudad fronteriza […]


Si bien dice el dicho que el muerto y el arrimado a los tres días apestan, las columnas de centroamericanos que ya han llegado hasta Tijuana y como estatuas de sal, esperan atrás del muro a que los reciba Estados Unidos, se han convertido ya en el hartazgo de los habitantes de esa ciudad fronteriza que han tenido y tienen enfrentamientos con quienes han llegado ilegalmente a suelo mexicano y son molestos e incluso rechazados.

Los sentimientos xenófobos no son característica del pueblo de México; sin embargo, la molestia ha venido creciendo a partir de que las autoridades municipales no alcanzan a dar los servicios de alimentación ni sanitarios a miles de mujeres, incluso embarazadas, hombres y niños que es un afán sabido desde el principio que no será realidad, entrar a Estados Unidos y quedarse allá.

El pasado domingo, chocaron dos columnas de manifestantes, una de inmigrantes y la otra de habitantes de Tijuana. Había gritos de: váyanse por donde vinieron… fuera de nuestra ciudad… y otras expresiones. Los inmigrantes avanzaban por las principales avenida con el propósito de llegar hasta donde está el muro metálico de ocho metros ya en la denominada colonia Playas de Tijuana.

Hubo roces, insultos y casi, a puntos de los golpes, imperó la cordura aunque con ambiente muy tenso. Fue necesario enviar a granaderos de Tijuana a establecer una valla entre una y otra manifestación para evitar riesgos de enfrentamientos a golpes. Uno de los migrantes hondureños, amenazó incluso con “acribillar a los tijuanenses”. “Somos 30 mil, ellos son 30 pendejos, los podemos acribillar”, expresó; desde luego estas expresiones alteraron más el ambiente, y a las autoridades de aquella zona. Y es que eso era previsible. Y lo será en cualquier otra ciudad fronteriza de México y los Estados Unidos.

El problema de las cuatro columnas de inmigrantes que tomaron la decisión de entrar a México por las buenas o la fuerza por el río Suchiate, pareciera más una estrategia de invasión. Honduras no tiene lamentablemente una severa pobreza y sin opciones de trabajo. En El Salvador, las personas huyen de las Maras Salvatrucha, pandillas de delincuentes que lo mismo roban que matan porque bajo el pretexto de que en pandillas, se defienden han crecido y se han esparcido hasta en Estados Unidos. Guatemala, es otro país que se suma a esa numerosa inmigración que, como tormenta parece amainar.

Si bien se han tomado medidas estrictas de ingreso con visa, trámite que duran 45 días y que en Chiapas hay un grupo de inmigrantes que están estacionados en esa espera de entrar legalmente. La mayoría, como la humedad, avanzan por Querétaro, Veracruz, Jalisco y otras entidades, pasando en columnas por esas carreteras, pernoctando y continuando su camino, pero todos, con el objetivo de llegar a la frontera con la Unión Americana y soñando entrar.

El desplazamiento de militares en la frontera, incluye helicópteros, soldados, vehículos todo terreno, caballería, cuatrimotos y drones que recorren la línea fronteriza. Nada más para darse una idea de la reacción de las tropas enviadas por Donald Trump, la imágenes de las dos mujeres con un menor en brazos, fue ver a soldados, apuntándoles con armas largas.

Las cosas están hoy en puntos de tensión y sobre todo, de evitar dos cosas que a los mexicanos a quienes les asiste el derecho y pertenencia de sus lugares de vivienda que no se enfrenten violentamente con los migrantes y que estos últimos no se queden a vivir en Tijuana, ni en Mexicali, ni en Ensenada. Ya está la experiencia de los haitianos que hace varios meses llegaron a Tijuana y se han esparcido hasta Sinaloa, donde se les ve pidiendo limosna.