Intolerancia

 

De todas las afirmaciones, comparto especialmente una: la mala condición de letrista del cantante recién fallecido


Nunca he cruzado palabra con Nicolás Alvarado.

Ciertamente maneja una imagen snob, pero es innegable su tremenda cultura y su dominio de temas muy diversos. Sus intervenciones en La divina palabra casi siempre aportaban elementos nuevos a quien lo escuchaba. Su perfil intelectual no lo priva de convicciones políticas arraigadas. Fue formado en la Social Democracia, corriente de pensamiento tan necesaria en este momento, y ha escrito textos de buena factura a este respecto. Su labor como Director de TV UNAM, ahora cortada, dejó huella y ciertamente cambió para bien el perfil de un canal ya de suyo acreditado.

Con lo anterior espero dejar claro no ser su panegirista, y afirmar en ejercicio de mi propia libertad mi preocupación por la censura, casi rayana en el linchamiento, de que ha sido objeto a causa de un texto sobre Juan Gabriel, reconocido por él mismo como inoportuno, pero lejano a la diatriba y al escarnio.

De todas las afirmaciones contenidas en su escrito, comparto especialmente una: la mala condición de letrista del cantante recién fallecido. Comparado frente a textos del maestro Manzanero, Vicente Garrido, Julieta Venegas, Napoleón, e incluso Chava Flores, verdaderos poemas algunos de ellos al leerlos sin melodía, es inevitable llegar a esta conclusión. No encuentro ofensa en ello.

No se cuestiona la calidad artística del llamado Divo de Juárez, ni sus presentaciones llenas de energía y baile. Los tumultos y el dolor cierto del pueblo, manifestado masivamente por donde han pasado sus cenizas, son argumento suficiente para respetarlo, pero disentir, en cualquier materia, debe ser un espacio cuidado por todos, pues cuando se afecta se cae en la intolerancia, y ésta lleva a circunstancias cada vez más delicadas y siempre indeseables. Cuidado. Vaya desde aquí mi solidaridad a Nicolás Alvarado aunque, parafraseándolo, le venga guanga.

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