Inútil

 

Ninguna interpelación fue contestada, la evasión grosera determinó el rumbo


Fui generación de la radio. No veíamos las grandes gestas deportivas, las imaginábamos. Peleas de campeonato, serie mundial, juegos olímpicos, y ya muy al final encuentros de futbol, eran construidos por cada quien a partir de la narración magistral de leyendas como Toño Andere, Sony Alarcón, Mago Septién y el irrepetible Ángel Fernández. Los encuentros eran tantos como el alcance de la fantasía individual. Lo colectivo determinado por cada persona.

Al ver el debate el pasado domingo, extrañé esa posibilidad. Hubiera querido cimentar cada candidatura de acuerdo a mi fantasía de país, armar las propuestas a partir del dolor por mi patria, pero no fue posible, la imagen no dejó espacio a la quimera. La innovación tan cacareada de permitir preguntas directas de ciudadanos abortó ante la cara dura de candidatos ocupados en escucharse a sí mismos, en vender una mercancía prefabricada por mercadólogos ajenos al electorado.

Ninguna interpelación fue contestada, la evasión grosera determinó el rumbo. No sabemos realmente quiénes son. Quien llegue gobernará como quiera, de acuerdo a sus creencias, filias y fobias personales, como hasta ahora ha sido.

Uno pregona ser el mejor preparado, aunque en sus encargos previos no le hayan servido de mucho, otro no se mueve de dos o tres clichés recurrentes y el tercero navega en una presunta frescura, cubierta de arrugas y dobleces.

Del cuarto no me ocupo, es el bufón de la corte. La realidad duele, por eso hubiera querido imaginar más que darme un frentazo en la descarnada ficción.

Me regresó aquella canción de Alberto Dalla (citada por Juan Villoro): “los domingos con la radio, veíamos partidos en la pared, no en el estadio” y me hizo falta el Mago Septién gritando “la pelota se va, se va, se va…” pero no fue así, los tres fueron ponchados y México, otra vez, perdió el partido.