La autopista al averno…

 

En alguna parte la biblia afirma que antes pasará un camello por el ojo de una aguja, que un rico llegue al cielo. Se relaciona con el dicho popular de que el camino al Infierno está lleno de buenas intenciones; yo rectificaría: está lleno de doblones… de oro. Viene a la mente el purpurado Onésimo […]


En alguna parte la biblia afirma que antes pasará un camello por el ojo de una aguja, que un rico llegue al cielo. Se relaciona con el dicho popular de que el camino al Infierno está lleno de buenas intenciones; yo rectificaría: está lleno de doblones… de oro.

Viene a la mente el purpurado Onésimo Cepeda que el martes estuvo en el Senado para apoyar a un amigo de apellido Haces, pastor morenista de una coalición de sindicatos que pretenden borrar del mapa a la legendaria y ya inservible CTM de Fidel Velázquez.

Onésimo, exhibicionista y deslenguado, presume haber sido socio de Carlos Slim y ganado incuantificables cantidades de oro gracias a las casas de bolsa donde miles de ciudadanos de a pie perdieron su patrimonio cuando se encandilaron con los rendimientos que nunca les dieron. Un robo abierto.

Para escarnio y vergüenza de San Francisco de Asís, “el mínimo y dulce” patrono de los animales a los que consideraba obra de Dios, el cura ecatepequense se hincha recordando sus tiempos de aspirante a matador. La fiesta brava, afición y vicio hasta la fecha, donde presencia la tortura infame de los animales desde la barrera, abajo, en los burladeros porque es amigo, socio, del empresario.

Repleto de historias, el ensotanado logró que el presidente Ernesto Zedillo le construyera su catedral en San Bartolo Ecatepec o Ecatepec de Morelos, y asistiera a la inauguración del gran centro de reunión de los católicos de la región.

Con simpleza, obra sin licitación, sin información sobre las toneladas de dinero que costó y menos sobre las partidas que contribuyeron a lo que se convirtió en un negocio más del adinerado sacerdote.

Con enorme facilidad para colarse en las esferas de la alta sociedad, se hizo amigo y confidente de una señora de edad madura, Olga Azcárraga, de la familia que todos sabemos. De la casa de la dama, Zepeda arrambló con una serie de pinturas de autores europeos principalmente, cuyo valor fue tasado en cientos de millones de dólares.

Cuando se vino el pleito, Onésimo, honestísimo, se defendió como gato bocarriba. Habló de una transacción económica sin que se conociera el monto, pero al pedírsele documentos que lo avalaran, cambió para afirmar que se trataba de la recuperación de un préstamo no liquidado por la señora Azcárraga.

Total, 130 millones de dólares en efectivo y sin recibo de los que no informó su procedencia, ni el pago de impuestos.