La cumbre que no fue

 

El presidente de Corea del Norte viajó durante sesenta horas desde Pionyang hasta Hanoi para reunirse por segunda ocasión con su contraparte estadounidense Donald Trump en lo que se preveía sería una histórica segunda cumbre entre los líderes de ambas naciones. Al final del día más tardó en llegar Kim a la capital de Vietnam […]


El presidente de Corea del Norte viajó durante sesenta horas desde Pionyang hasta Hanoi para reunirse por segunda ocasión con su contraparte estadounidense Donald Trump en lo que se preveía sería una histórica segunda cumbre entre los líderes de ambas naciones.

Al final del día más tardó en llegar Kim a la capital de Vietnam que la cumbre en saltar por los aires. Las delegaciones estadounidense y coreana se retiraron de la mesa dejando detrás un tufo de hostilidad y lejanía. Kim quería un levantamiento total de las sanciones internacionales a cambio de la desnuclearización parcial de su territorio y ello no resultó suficiente para Trump.

Lo cierto es que este juego de tire y afloje, los norcoreanos lo llevan jugando durante décadas. De pronto en Pionyang comienzan a soplar aires de envalentonamiento y se suceden ensayos misilísticos, pruebas con armas nucleares y ejercicios militares y como consecuencia occidente le aprieta las tuercas con sanciones que después termina aligerando a cambio de que Pionyang suspenda al menos temporalmente sus acciones, lo cual desde luego hace con el beneficio adicional de obtener sumas importante de ayuda internacional.

Después de un tiempo prudente este ciclo de acción, reacción, inacción se vuelve a activar en una lógica de escalofriante simetría. Occidente puede jactarse de que bien o mal ha sido capaz de medianamente contener al régimen de Corea del Norte en sus impulsos de hostilidad hacia sus enemigos regionales, pero el régimen norcoreano puede jactarse también de que ha logrado manipular a occidente para ganar tiempo y consolidar un gobierno que se ha convertido en una auténtica dinastía marxista si es que tal concepto puede aceptarse desde el punto de vista teórico.

Los Kim llevan en el poder desde 1948 lo que implica más de siete décadas de manipular a occidente. Nada hace pensar que vayan a cambiar hoy.