La desaparición del DF

 

Se llenó la ciudad de vehículos y se redujeron las aceras


Ha pasado tanta agua bajo el puente, que casi no recuerdo cómo era el Zócalo cuando llegué a vivir a la ciudad de México, el añorado Distrito Federal. Lo que registro son los jardines que en los actos masivos la gente procuraba no pisar y que había un asta bandera en el centro, sobre breve escalinata, donde celebraban el izamiento de la enseña patria con banda de guerra.

También recuerdo 1969, cuando escarbaron del lado de Palacio para hacer los túneles del Metro, el primer transporte subterráneo de la capital. Espectacular, por cierto.

Impresión personal: todas las obras y modificaciones realizadas a la plaza de armas han sido para perjuicio del paisaje y para acabar con la imagen de ciudad colonial, a cambio de una explanada sin carácter pero útil para los fines políticos actuales: amontonar gente para aplaudir o, según convocantes, para denostar.

El Zócalo contaba con dos calles principales de acceso: Pino Suárez, que era doble sentido, igual que su gemela, 20 de Noviembre. La perspectiva desde esta segunda era maravillosa, ningún obstáculo para apreciar en toda su grandeza la catedral; la calle, a pesar de su intenso tráfico vehicular, limpia, abierta y con banquetas tan amplias que daba gusto pasear por allí, llegar al zócalo, caminar entre los jardines, comer un helado y pasar una tarde sin agobios.

Un paseo en las nubes, al estilo de Alfonso Arau. Un resabio de provincia, de poblado hecho para ciudadanos. Eso fue antes de que enloqueciéramos por los automóviles.

Tras el escarbadero del 69 vino la fiebre por las adquisiciones automotrices. Llegaron las armadoras que encontraron un mercado cautivo con obreros de salario esclavo, horarios adecuados y las máximas facilidades: adquiera un auto con centavitos de enganche y abonitos pagaderos hasta la tercera generación.

Se llenó la ciudad de vehículos, se redujeron las aceras, surgieron pisos elevados, cuotas para deambular por una ciudad construida con mis impuestos y de pronto vimos cómo las calles se reducían: Patriotismo y Revolución, grandes ejemplos donde jardineras sin jardín estorban la circulación.

Hoy anuncian que 20 de Noviembre será modificada: angostarán las vías peatonales, las banquetas donde colocarán mesas, sillas y concesionarán el espacio a cocineros y pinches conosureños. Y de allí, irán contra el Zócalo; ojalá no se atrevan contra Palacio o la Catedral. Nada lo podrá impedir, salvo una cadena de oraciones dirigida por Nolber, pero está tan ocupado en los recursos guadalupanos…