“La doctrina del Papa”

 

Es el cristianismo católico el que ha desempeñado un papel protagónico evidenciado por su número de fieles que se incrementa año tras año


A inicios del siglo XX, algunos escritores laicistas anunciaron que con el nuevo siglo sobrevendría la desaparición gradual de la religión organizada así como la eliminación progresiva de la creencia en un solo Dios. Estas predicciones resultaron, a la luz del paso del tiempo, totalmente incumplidas, pues las tres grandes religiones se han mantenido firmes en el culto, tanto el judaísmo como el cristianismo y el Islam. En esta supervivencia de las religiones, es el cristianismo católico el que ha desempeñado un papel protagónico evidenciado por su número de fieles que se incrementa año tras año, no obstante las falacias de su disminución.

Tras la muerte de Paulo VI, el 6 de agosto de 1978, la Iglesia se encontraba en un estado de acomodo con respecto al concilio ecuménico Vaticano II, y el 25 de agosto los 111 cardenales electores optaron por el patriarca de Venecia, el cardenal Albino Luciani, quien quiso desde el inicio demostrar su adhesión incondicional al concilio, así como su consecución al tomar el nombre de los dos papas conciliares, sus inmediatos antecesores, Juan XXIII y Pablo VI, tomando para sí el nombre de Juan Pablo I, pero 33 días después, el 28 de septiembre, el papa había muerto.

Durante el segundo cónclave de 1978, que comenzó el 14 de octubre, dos días después, los cardenales eligieron al arzobispo de Cracovia, el cardenal Karol Wojtyla, quien tomó el mismo nombre.

Juan Pablo II, sabedor de la proliferación de interpretaciones erróneas de los trabajos del concilio, y calculando que podrían derivarse en una relajación de la moral, en una inobediencia a la Santa Sede y en el debilitamiento del pontificado como institución, desde el inicio de su pontificado enderezó el rumbo, fortaleció el aparato de comunicación de la Iglesia y personalmllevó al anuncio del Evangelio a todo rincón del mundo, pero sobre todo elaboró doctrina, mucha doctrina a través de catorce encíclicas. Primero, el tríptico trinitario de los años 1979 a 1986, que abarca las encíclicas Redemptor hominis, Dives in misericordia y Dominum et vivificantem. Luego, las tres encíclicas sociales, de 1981 a 1991: Laborem exercens, Sollicitudo rei socialis y Centesimus annus.

Posteriormente, las encíclicas que tratan temas de eclesiología: Slavorum apostoli, de 1985, Redemptoris missio, de 1990 y Ut unum sint, de 1995.