La educación sexual sí sirve

 

Varios estudios han observado que tener información científica y confiable sobre sexualidad permite que las y los chavos la ejerzan de manera responsable


Algo que muchos padres, madres y docentes preocupados por “los valores” no quieren aceptar es que la educación sexual ha demostrado tener grandes beneficios incluso para aquellos que piensan que se debe mantener la virginidad hasta el matrimonio. Varios estudios han observado que tener información científica y confiable sobre sexualidad permite que las y los chavos retrasen el inicio de su vida sexual y usen condón en su primera relación.

Pero dar educación sexual no implica solo decir pene y vagina en lugar de invocar a las florecitas y a las abejas; se trata también de hablar de sentimientos y de relaciones humanas. A esto hay que sumar un elemento específico que todos deberíamos conocer: las relaciones de poder y de género. Aunque parezca un tema lejano a los esquemas de los aparatos reproductores masculino y femenino, tiene todo que ver con ellos cuando se trata de cómo usarlos.

Recuerdo los relatos de dos mujeres, quienes me platicaron sobre su iniciación sexual. Ambas, hoy en su quinta década, estaban seguras de conservar su virginidad hasta el matrimonio. Ellas no se conocen, pero el patrón en sus historias fue el mismo: después de una relación seria, los novios pidieron sus respectivas manos. Una vez formalizado el compromiso, los prometidos se abocaron a “tomar posesión” de lo que ya “era suyo”. A una en la oficina de él y a la otra en la casa de sus padres, prácticamente las obligaron a tener sexo por primera vez bajo unas condiciones que no se parecían en nada a la noche de bodas que habían soñado.

Ninguna me lo contó como un abuso, pero estaba claro que ellas no querían hacerlo, y yo entendía muy bien por qué no pusieron un alto. Ellas eran muy tradicionales y pensaron que, ya fijada la fecha de la boda, no podían oponerse al deseo natural e incontenible, según nos enseñan culturalmente, de su casi marido.

Siempre me pregunto, ¿qué hubiera pasado si ellas hubieran aprendido algo diferente? ¿Y si alguien les hubiera dicho que podían decir que no, aun comprometidas o aunque ya estuvieran casadas? Es tan triste que no supieran que su relación de pareja era una muy desigual donde el poder lo ejercía él y donde solo él llevaba la iniciativa en el terreno sexual.

Aunque no lo crea, una educación sexual que incluya temas de género y poder realmente repercute en la toma de mejores decisiones. Así lo reveló un estudio del Population Council (una organización internacional), publicado en agosto del año pasado. En él, la investigadora Nicole Haberland revisó 22 programas de educación sexual de Estados Unidos y encontró que solo 10 incluían temas de género y poder en la currícula. Sin embargo, de esa decena, 8 mostraban importantes reducciones en las tasas de embarazo adolescente y transmisión de infecciones sexuales comparados con un grupo de control. De los 12 programas restantes, que no abordaban los temas mencionados, solo 17 % mostró el mismo impacto. Los resultados, escribió la autora, refuerzan la necesidad de “abordar los múltiples factores contextuales que influyen en el comportamiento sexual adolescente”.

Entonces, sí se puede obtener un impacto claro, medible y replicable con los programas de educación sexual, los cuales no (“ene”, “o”: no) favorecen el “libertinaje”, la “promiscuidad” o el “desenfreno sexual”. Por el contrario, cursarlos ayuda a tener una mejor comprensión de lo que implica la sexualidad (riesgos, responsabilidades), lo que lleva a decisiones más pensadas, menos impulsivas y –muy importante– menos influenciadas por otros.

*Periodista especializada en salud sexual
@RocioSanchez