La era Trump México: sumisión voluntaria

 

Ahora la táctica gubernamental es la de la elusión de cualquier tipo de fricción


WASHINGTON, D.C.- Si en algunas etapas de confrontación con Estados Unidos, México optó por la estrategia, ahora la táctica gubernamental es la de la elusión de cualquier tipo de fricción y esperar a que el aparatich de la Casa Blanca administre fobias por los caminos institucionales.

Sin embargo, Donald Trump ha dejado en claro que no se someterá a las reglas diplomáticas y que gobernará con los estilos atrabancados que se conocieron en su campaña electoral. Un día después de que el presidente Peña Nieto diera posesión a Luis Videgaray Caso como secretario de Relaciones Exteriores en función de su relación personal con el yerno de Trump, el presidente electo logró por la vía del autoritarismo que Ford y General Motors cancelaran inversiones, dejando al nuevo canciller sin espacio político para operar las relaciones bilaterales.

Por primera vez, México carece de una respuesta política enérgica ante agresiones institucionales de EU. La gestión de Videgaray no será en función de los intereses nacionales de México, sino buscará una nueva fase de interrelación subordinada a las prioridades de la Casa Blanca. La dependencia mexicana del Tratado de Libre Comercio –que dio sólo una tasa promedio anual de PIB de 2.2 por ciento– ha fijado la relación comercial como el punto de definición de las relaciones bilaterales generales.

Lo malo para México es que el estilo personal de gobernar de Trump es ajeno a las exigencias de los protocolos políticos; por tanto, las decisiones de Trump tienen que ver con los intereses nacionales de EU. Este criterio definirá los próximos cuatro años el perfil de la política exterior de la Casa Blanca.

En cambio, la diplomacia de Videgaray será funcional a su cercanía con el yerno de Trump –ni siquiera con el presidente– y no a partir de los intereses nacionales.

Los cinco temas bilaterales son delicados para México y requieren de redefiniciones a partir de esos intereses nacionales: frontera, narcotráfico, terrorismo, migración y comercio. Y como se han visto las cosas con Trump, México debe tener claro que el nuevo gobierno de Estados Unidos decidirá en función de los intereses estadounidenses.

Más que confrontar a Trump, México está obligado a redefinir sus intereses nacionales y a replantear su relación de dependencia. Es decir, urge ya una nueva política de desarrollo industrial, un nuevo modelo agropecuario y una nueva política de comercio exterior para no depender de los caprichos de cada gobierno estadounidense.

Trump representa un desafío para México porque lo está obligando a madurar como nación más sólida y ya no tan dependiente. Los próximos cuatro u ocho años de trumpismo serán malos para México si la respuesta es la sumisión voluntaria y buenos si se convierten en un detonador para regresar al desarrollo nacional sólido como factor esencial para participar con mayor dinamismo en la geopolítica y el comercio internacionales.

En este contexto, la designación de Videgaray Caso como factor de las relaciones bilaterales dejó la impresión de que México aguantará como punching bag los golpes comerciales, políticos y declarativos de Trump y esperará que la burocracia de los mexicans desk –escritorios que llevan los asuntos mexicanos– puedan atenuar y diluir las confrontaciones del nuevo presidente, aunque a costa que esa dependencia siga manteniendo a México en tasas de crecimiento económico de 2 por ciento promedio anual.

Más que maldición, Trump aparece como una oportunidad para relanzar a México como potencia media. Pero parece que nadie quiere.

Política para dummies: La política es la sensibilidad para entender al adversario y contenerlo, no optar por el sometimiento voluntario.