La estupidez de John Ackerman

 

Ahora aprovecha su cercanía con AMLO para hacer alegoría de la violencia


Hasta hace poco más de cuatro años nunca había escuchado hablar de John Ackerman.

Después me enteraría que forma parte de la planta docente de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde cursé la carrera de Leyes. Desconozco la forma en que llegó a impartir clases, pero cualquier extranjero que aporte algo tiene ese derecho.

Recuerdo con mucho aprecio y cariño a mi maestro de Derecho Romano, Guillermo Florís Margadant, de origen sueco-holandés, quien quiso tanto a este país, que heredó su patrimonio a la UNAM con la encomienda de organizar un Congreso Anual de Derecho Romano.

Nunca he cruzado palabra con este hombre de origen norteamericano, pero en ocasiones anteriores me he referido a él como un mentiroso, sobre todo cuando llevó a Andrés Manuel López Obrador a su clase, señalando por Twitter que los estudiantes se volcaron a escuchar al tabasqueño, aunque el aula permaneciera semivacía.

Ackerman mintió esa vez, y ahora aprovecha su cercanía con Andrés Manuel López Obrador para hacer alegoría de la violencia si el tabasqueño no gana las lecciones presidenciales del próximo primero de julio. No sé de dónde sale su fanatismo, pero quizás haya crecido mucho cuando el hombre de Macuspana decidió que la escritora Irma Eréndira Sandoval, esposa del señor Ackerman, sería la titular de la Secretaría de la Función Pública en su gabinete. Claro, en el caso de que gane la elección presidencial.

Seguramente de ahí también nace ese radicalismo que lo llevó a hacer alegoría del mensaje de un supuesto obrero originario de Oaxaca, quien se dijo consciente de que la única manera de que haya un cambio pacífico es con López Obrador, y apostilló señalando “si nos vuelven a robar la elección va a ver chingadazos. Sic” Eso le bastó al señor Ackerman para reeditar irresponsablemente la supuesta amenaza en uno de sus mensajes por Twitter.

El diccionario de la Academia de la Lengua señala que la estupidez es una “muestra de torpeza o falta de entendimiento para comprender las cosas”. No quiero señalar con esto que el señor Ackerman sea un redomado estúpido, porque quien da clases en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México no puede serlo, pero con ese fanatismo que tiene por el señor Andrés Manuel López Obrador hace todo lo posible por parecerlo.

Tampoco sé si haya obtenido la nacionalidad mexicana, pero es un acto de suma irresponsabilidad hacer alegoría de la violencia a causa de la cuasi veneración que tiene por el dueño de Morena. Por mucho que sea mexicano, en el probable caso de que ya haya adquirido la nacionalidad, no tiene el derecho de polarizar a quienes decidiremos el destino de este país en unos meses, y mucho menos a incitar al odio a esos grupos de connacionales que tienen simpatía por el tabasqueño. Dicen que la prudencia es un don de sabios, y el señor Ackerman tiene de sabio lo que yo de estúpido. Al tiempo.