La lógica de la contracultura

 

Señalan los especialistas del fenómeno social que eso que denominamos contracultura se refiere a un movimiento de índole social caracterizado por la oposición a los valores culturales e ideológicos establecidos en una sociedad. De lo que se trata es de ir en sentido contrario con la cultura dominante, esa que en México comenzó a desarrollarse […]


Señalan los especialistas del fenómeno social que eso que denominamos contracultura se refiere a un movimiento de índole social caracterizado por la oposición a los valores culturales e ideológicos establecidos en una sociedad.

De lo que se trata es de ir en sentido contrario con la cultura dominante, esa que en México comenzó a desarrollarse una vez concluida la etapa conocida como la Revolución Mexicana, y cuyo resultado político se tradujo en el establecimiento de un sistema político y social, que pese a sus avances nunca logró terminar con las desigualdades.

En lo social presuntamente logramos desterrar las diferencias de clase, pero al cabo del tiempo volvieron a enquistarse a causa de que nunca encontramos el camino de la distribución equitativa del ingresó y la generación de oportunidades, pero sobre todo, propiciamos la acumulación de riqueza en esas mismas clases que antaño la detentaron y que fueron el factor principal para que surgieran las voces discordantes que dieron origen a esa etapa mal llamada de “La Revolución Mexicana”, que sirvió de bandera en las décadas siguientes para la implantación de un sistema de valores sociales, políticos y económicos que hasta ahora han mantenido su vigencia.

La mal llamada “Cuarta Transfomacion” impulsada por Andrés Manuel López Obrador no es otra cosa que la búsqueda por implantar un sistema de comportamientos sociales que erradique y supla el añejo formato que ha regido nuestras relaciones sociales, políticas y económicas durante más de cien años, pero sobre todo, que modifique esa escala de valores que le ha dado vigencia a nuestros ordenamientos legales, sobre todo en el ámbito penal, y que ha sido la rama del entramado institucional menos elástica y la que mayores procesos de corrupción ha generado.

Los mexicanos mostramos preocupación y azoro ante la inclusión de personajes acusados de delitos comprobados en las listas de la representación popular del Movimiento de Regeneración Nacional, y que ahora forman parte importante del nuevo entramado constitucional que se está construyendo a marchas forzadas, y que presenta garrafales fallas a causa de la improvisación y la ignorancia de muchos congresistas.

En mi calidad de Guerrerense nunca pensé ver a una feroz delincuente como Nestora Salgado, o un Junior que se convirtió en ladrón al hurtar el patrimonio de los agremiados al sindicato minero. Lo peor es que ahora los grandes capos de la droga no tendrán preocupaciones y serán bienvenidos a la vida civil porque nunca más serán perseguidos.

Lo que hemos estado viendo y presenciando en los últimos meses es el preludio del profundo cambio que Andrés Manuel López Obrador pretende implantar entre los mexicanos, y lo peor es que de ello están participando los tricolores, esos encumbrados herederos del añejo sistema que prefieren convertirse en vergonzosos lacayos del nuevo líder que quedar fuera de los beneficios que seguramente esperan les entreguen a cambio de su abyecta servidumbre.

Dicen que más vale entregar la honra que padecer en carne propia los efectos del ostracismo, y lo están asumiendo a cabalidad. Eso habla de que lo que menos importa para ellos es el proyecto, porque de lo que se ha tratado siempre es de mantener la posibilidad de seguir disfrutando de esa clase política que nunca se preocupo por al menos copiar el modelo de sociedad igualitaria que se da en los países más avanzados del mundo. Lo peor es que no podemos esperar mucho de la mal llamada “cuarta Transformacion”, porque sus protagonistas no dejan de ser los mismos del ayer. Así de simple.

Al tiempo.

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