La muerte de un líder

 

Apasionados discursos pronunciados ante la muerte de uno de los representantes más simbólicos de la izquierda en América


Ríos de tinta serán escritos y apasionados discursos pronunciados ante la muerte de uno de los representantes más simbólicos de la izquierda en América.

Los más sentidos serán seguramente aquellos que dicen ser representantes de la izquierda mexicana. ¡Hipócritas! La mejor manera de honrar a un líder es seguir sus enseñanzas y emular sus acciones. No a partir de discursos encendidos ni de declaraciones vanas, aprovechando la palestra pública.

Efectivamente, Fidel Castro no fue un hombre perfecto. Nadie lo es. Pero si se desea realizar un análisis con el mínimo de prejuicios y subjetividades, éste deberá partir de una revisión de las políticas públicas. Es decir, de la forma en que un gobernante resuelve los problemas más inmediatos de sus gobernados. Dígase lo que se diga, pese a un bloqueo económico de largos años, el líder de la revolución cubana convirtió a su país en un referente obligado en materia de educación, de salud, alimentación y de seguridad pública. Cuatro de los de los asuntos más importantes en donde los mexicanos hemos carecido de liderazgos capaces de resolverlos.

Sus principales críticos hablarán de la falta de libertad en la isla y del disfrute de los cubanos de bienes innecesarios con que las sociedades consumistas contamos.

Pero ¿De qué sirve la libertad si carecemos de alimentos?¿Para qué sirve, si más de la mitad de los mexicanos se encuentran en pobreza extrema? México se cae a pedazos mientras la élite política se encuentra pasmada y enfrascada entre sus propias luchas internas. La burocracia se encuentra dominada por el nepotismo y el patrimonialismo antes que por la persecución de políticas que –como las instauradas por el líder cubano– redunden en el beneficio de los mexicanos.

¡Qué falta nos hacen hombres como él!